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Profesor Gonzalo Herranz: “Si la deontología médica existe es porque así lo reclama y exige la sociedad”

El doctor Gonzalo Herranz, profesor honorario de Ética Médica en la Universidad de Navarra y ex presidente de la Comisión Central de Deontología Médica de la Organización Médica Colegial (OMC) explicó, recientemente, en la “Revista OMC” los principales valores que, desde su punto de vista, encierra el nuevo Código Deontológico y ahondó en la importancia que está adquiriendo la deontología médica no sólo para la profesión sino también para la sociedad en general, “que la reclama y la exige”, tal como subraya

Madrid, 14 de octubre 2011 (medicosypacientes.com)

Profesor Gonzalo Herranz.

-¿Qué debe ser la Deontología para los médicos?

-La Deontología médica se construye por los propios médicos para, como dice su Código, dirigir, guiar e inspirar su conducta profesional. Es un producto hecho ?en casa?: lo hacen los propios médicos como respuesta y garantía al pacto sellado entre la sociedad y la profesión. La sociedad otorga a ésta la autorregulación y la autonomía interna, y la profesión asume la obligación de responder de la calidad científica y ética de sus miembros. Si la deontología médica existe es porque así lo reclama y exige la sociedad, una vez que se constituyen las profesiones modernas. La deontología protege la independencia de la profesión frente al poder político: resulta por eso algo fundamental. Eso contrasta enormemente, tanto desde el punto de vista cultural y social, con la bioética. Ésta es una materia más moderna con raíces en el campo de la filosofía moral y también del derecho, en el fondo como una crítica externa a la profesión.

-Desde su punto de vista, por tanto, ¿qué valor encierra para la profesión disponer de un Código de Ética y de Deontología Médica?

-Dicho a grandes rasgos, el Código de Ética y Deontología invita al médico a llevar una conducta por encima del mínimo legal exigido y le persuade a que haga buen uso de las prerrogativas que se le conceden para hacer más fácil y eficiente su trabajo a favor de los pacientes. El médico es un ser humano ordinario, no es superior a nadie. Le obliga la ética común. Pero, en su tarea habitual no trata con gente común. La relación entre el paciente y su médico no es, en el fondo, una relación equilibrada y simétrica. El médico, en ella, ocupa una posición de ventaja y, por ello, necesita que su poder sea moderado, que se le diga claramente que hay deberes morales que le obligan, que hay acciones y omisiones que quedan por debajo de lo debido, porque faltan al especial respeto ético debido al paciente. En esta dimensión individual, el código contiene unos principios éticos de los que derivan los deberes deontológicos del médico y los derechos deontológicos, morales, de los pacientes, que protegen a los ciudadanos frente a cualquier tipo de abusos, no sólo los prohibidos por la ley. Al mismo tiempo que ejerce una función de guía, de consejo y, sobre todo, de inspiración. Conocer el Código facilita al médico, en la situación ordinariamente ajetreada de su trabajo, la pronta toma de decisiones, con la garantía de que estas serán congruentes con el ethos profesional. Los médicos que no estuvieran obligados por la ética deontológica podrían llegar a convertirse en una especie de esbirros, funcionarios serviles gdel Estado y esto me parece un error grave.

-¿Y cómo responden los profesionales a estas cuestiones? ¿están bien formados e interesados, actualmente, por la ética y la deontología médica?

-En Deontología, hemos ido en España un tanto retrasados con respecto a otros países. A finales de los años 70, el panorama era bien distinto al de España. Ellos tenían ya Códigos de segunda generación. Y nosotros seguíamos rigiéndonos por el reglamento de 1945. La ética profesional de la medicina estaba por ahí fuera en ebullición. Aquí estábamos fascinados por los avances técnicos, pero viviendo de rentas en ética, con la idea de que los médicos son buena gente, que conserva una tradición de alta moralidad. Esta idea persiste todavía, por lo que no son muchos los médicos verdaderamente interesados en conocer y profundizar en la Deontología colegial. ¿Cuántos colegiados han leído el nuevo Código? ¿Cuántos lo han estudiado y comentado con sus colegas? La deontología no puede ser una ?ocupación de jubilados?. Estoy convencido de que los médicos mayores podemos jugar un papel en las Comisiones deontológicas. Pero sigue pendiente de hacerse esa fundamental conexión entre la práctica real y la formación en ética y deontología. Se ha avanzado mucho, pero no lo suficiente.

-¿Cómo han evolucionado los Códigos de Ética y Deontología Médica en España?

-Creo que bien. Media un abismo entre aquel Reglamento de Deontología Médica del régimen del General Franco, en 1945, un texto inflamado de nacional-catolicismo, y el Código actual. Hemos pasado de una época en la que la Medicina estaba cautiva del sistema político imperante, a otra de democracia constitucional, que, es de esperar, respetará esa forma de libertad ciudadana que es la libertad profesional. El primer Código moderno, muy inspirado en los de Bélgica y Francia, se publicó en 1978. Ese Código de primera generación ha sido progresivamente mejorado en 1990, en 1999 e, indiscutiblemente, en el recientemente promulgado de 2011. Pienso que el paso del tiempo se encarga de ir madurando esta normativa, de conservar lo conservable, de sustituir lo que envejece, de añadir lo nuevo. Se trata de un crecimiento homogéneo, sin grandes rupturas, que conserva y pone al día.

-Precisamente es lo que ha sucedido en el último Código presentado hace escasos meses, el primero del siglo XXI. En líneas generales ¿qué impresiones ha sacado del mismo?

-No cabe duda de que supone un progreso notabilísimo. Conserva mucho del anterior, muchas cosas con solera de años, pero aporta mucho de nuevo sin roturas violentas con el pasado. Ha salido bastante bien librado de la presión legislativa que en todas partes va socavando la libertad profesional, limitando la autonomía de la autorregulación. No obstante, opino que debería haber sido un poco más generoso con el respeto de las libertades individuales, y mucho más exigente en la necesidad de justificar la propia actuación de una manera responsable. En Reino Unido se maneja un principio que a mí me parece encantador: ?Tú eres libre en tus acciones y prescripciones, pero has de estar siempre dispuesto a dar de tu actuación una justificación razonable, profesionalmente aceptable?.

-Uno de sus grandes valores difundidos es haber sido elaborado bajo la participación de todos los Colegios de Médicos y el alto grado de consenso alcanzado sobre su contenido ¿Difiere mucho este procedimiento del llevado a cabo con Códigos anteriores?

-Sería impropio asignar la redacción de los Códigos a un experto o, ni siquiera, a un pequeño grupo de ellos. Ha de ser una obra colectiva de la que pueda emanar, en cierto modo, el orgullo que da una empresa que entre todos hacemos. Por eso, todos han de participar, enviando sugerencias. Se han escuchado algunas críticas vertidas sobre el proceso de elaboración del último Código, pero no las creo justificadas. Me consta, y esto es una gran cosa, que ha sido elaborado con mucha participación de los Colegios y de sus Comisiones de Deontología, un proceso en el que no ha faltado ni buen sentido ni buen estilo, ni un alto grado de consenso. Ha supuesto un avance con respecto a la elaboración de Códigos anteriores. Por fortuna, ya no existe una pequeña comisión de Presidentes que se encargaba de modificar, un tanto a su antojo, el borrador preparado por la Comisión Central de Deontología: aquel sistema nos causó mucha frustración. Hoy la redacción del código es más transparente y abierta. Ojalá que el futuro traiga una mayor implicación de los colegiados y los colegios.

-Entre las grandes novedades, cabe destacar la inclusión de la objeción de conciencia, a la que se le dedica un capítulo íntegro, concretamente el VI ¿lo considera un signo de progreso?

-Para mí, la objeción de conciencia es una figura de una calidad ética innegociable. Celebro que el actual Código la haya contemplado. Sin duda, es un signo del progreso moral de la sociedad, un avance colosal que, en parte, se lo debemos a los cuáqueros y a los que empezaron con la objeción de conciencia en el servicio militar y que ha permitido, en parte, desarrollar la idea de objeción de conciencia dentro del terreno sanitario. Es formidable convivir pacíficamente en una sociedad moralmente pluralista y no ser inquietado por tener ideas contrarias a las que marcan las leyes. Lo que caracteriza a la objeción de conciencia es su carácter pacífico y no violento, su fundamento religioso-moral más que político, y su intención de testimoniar contra conductas que, aunque socialmente son permitidas, son consideradas inadmisibles por el objetor. Lo trágico de este asunto es que la genuina objeción de conciencia pueda, de un lado, ser denegada, y, de otro, ser utilizada como un instrumento de capricho, para mezquinos intereses o para actuar políticamente en contra de otros. El mal uso y el abuso de la objeción de conciencia pueden poner en riesgo su aceptación. A un médico que así lo hiciera, yo, si fuera posible, le impondría la máxima sanción disciplinaria por prostituir esta ?figura deontológica sagrada? y demostrar una catadura moral inferior.

-Relacionado con este tema, hay un artículo del Código, el 55, y su apartado tercero, causantes de cierta controversia sobre el derecho a objetar ante la obligación de informar. Como conocedor de su contenido, ¿cuál sería su valoración al respecto?

-Entre pacientes civilizados y médicos civilizados el respeto mutuo ha de ser total. El médico no es dueño de la conciencia del paciente; pero ha de informarle, porque la gente tiene derecho a recibir la información que le concierne y, junto a ella, la opinión cualificada del médico, que ha de informar y aconsejar. En este sentido, sí es verdad que echo de menos en el Código un desarrollo robusto de la deontología de la función del consejo del médico, parte de todo acto médico, y que el paciente es libre de seguir o rechazar. Así pues, es indiscutible la obligación del médico de informar, con veracidad y prudencia, tanto de los detalles técnicos como éticos. Ese es, a mi modo de ver, un principio innegociable. Y, me parece indiscutible, que el médico ejerza su deber de consejo en el más delicado respeto a las conciencias: la del paciente y la suya propia. Ejercer violencia moral cualquiera de ambas partes es indecente. Imponer quien sea deberes contra conciencia es una atrocidad. Eso no deberían olvidarlo los gestores de la atención sanitaria.

-En estos momentos de grave crisis económica, y a partir de un reciente decreto que establece la obligatoriedad de recetar por principio activo, ¿cómo cree que debe interpretarse la libertad de prescripción?, ¿qué recomendaciones lanzaría al respecto?

-Entiendo que hay que partir del hecho de que el médico no puede eludir su responsabilidad económica, ha de ser un fiel administrador. Eso da a su actuación profesional una especial importancia y seriedad, una responsabilidad ética grave. El profesional tendría que actuar siempre como un padre de familia que tiene dificultades para llegar a fin de mes y que ha de cuidar los gastos hasta el último céntimo. En este sentido, debería serle completamente natural actuar con responsabilidad económica, ser muy mirado en lo que gasta, romper con rutinas de prescripción que acarrean un malgasto de recursos. Se ha de crear una cultura de la medicación genérica, que cuente con la garantía de calidad del medicamento y que conserve la noción originaria del genérico como recurso social, apreciablemente más barato, pero bioequivalente. La ética viene a decir, en este sentido, que el médico es el responsable de la prescripción: debe gozar de libertad, atender a las necesidades del paciente, pero no puede malgastar ni el dinero de éste ni los recursos públicos. La prescripción por principio activo ha de ser tomada en serio. La Comisión Central de Deontología ha publicado una espléndida Declaración sobre la prescripción genérica.

-Precisamente, en el Código, además, se aborda otro aspecto de gran relevancia: los conflictos de intereses que pueden existir entre los médicos con la industria farmacéutica, un tema al que la OMC presta especial atención y que, no en vano, ha situado como centro de distintas jornadas organizadas en su sede?

-La conducta a la hora de prescribir tiene que ser transparente, leal. Un médico debería poder justificar el porqué de cualquiera de sus prescripciones. Una ética sana de la prescripción enseña que la necesaria libertad de prescripción tiene que estar contrapesada por la responsabilidad. Esta consiste en dar cuenta, en razonar el porqué de esa prescripción. Un médico, cuya política de prescripción estuviera presidida no por el interés primario del paciente (y el subprimario del servicio de salud), esto es, por una conducta de austeridad y justificación, sino que se guiara por el interés personal de buscarse unos beneficios colaterales, ese médico estaría quebrantando la ética y debería ser castigado por ello. El problema está en que el Código no tiene fuerza para imponer esa conducta, ésa ha de salir del cada colegiado, y del ethos de cada hospital, de cada ambulatorio.

-¿En su opinión, hacia dónde ha de evolucionar la Deontología en el futuro?

-El Código debería abrirse más al interior de la profesión, a su sociología, a sus circunstancias laborales. Hasta cierto punto, eso que hasta ahora ha quedado un poco al margen. Hay asuntos de mucha envergadura, como, por ejemplo, la feminización de la profesión. Hay que ir de la deontología de médicos a una deontología de médicas y médicos. Ya, en muchos sitios, más del 50 por ciento de los médicos son mujeres. En este sentido, es necesario hacer una deontología que tenga en cuenta a la médica como mujer, como madre de familia, con sus características propias, que difieren en algunos aspectos de las del hombre a la hora de ejercer la Medicina. En las Juntas directivas y en las Comisiones Deontológicas debería haber más mujeres, que ofrecieran una visión femenina, que no feminista, de la ordenación profesional. Una deontología hecha por mujeres y hombres sería mucho más rica: cuantos más puntos de vista haya, tanto más se enriquece el debate y tanto más acertadas podrán ser las conclusiones. Por otra parte, también tendría que fomentarse la ?deontología preventiva? que impida la expansión de las conductas impropias, por ejemplo, en las relaciones intercolegiales, en las relaciones con la industria, donde es necesaria una función de vigilancia y prevención de situaciones que deontológicamente pueden ser arriesgadas y pasar a mayores. Habría que hacer más presente el Código en la educación continuada, en la educación de los estudiantes, en los comités de ética asistencia. Y, en las Facultades, habría que investigar sobre sus fundamentos y sus contenidos.

-Y ¿qué papel considera que han de jugar los presidentes de los Colegios de Médicos y sus Juntas Directivas en la conservación y evolución de la Deontología Médica?

-Juegan un papel decisivo. Ellos son, ante la sociedad y la profesión, los garantes de que la deontología va en serio. No solo han de potenciar la educación deontológica de los estudiantes y la ?deontología preventiva?. Ellos están a cargo de la función disciplinaria: con la ayuda de las Comisiones de Deontología, actualizan Código Deontológico; y ellos lo promulgan: el Código no es nada si no está aprobado por la Asamblea General de la OMC. Y sería papel mojado si ellos no ?se mojan? en una gestión disciplinaria vigorosa, justa, prudente. Eso es parte básica del encargo que reciben al ser elegidos.

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