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Nuevas evidencias apuntan que la narcolepsia es una enfermedad autoinmune

Entre los síntomas principales de esta enfermedad, de origen neurológico, catalogada dentro de los trastornos del sueño y que padecen cerca de 25.000 españoles, destacan una fragmentación del sueño nocturno, una somnolencia diurna excesiva y la aparición de ataques de cataplejía (pérdida del tono muscular inducido por emociones como la risa o la sorpresa) con una duración media inferior a los dos minutos

Madrid, 15 de marzo de 2011 (medicosypacientes.com)

Especialistas reunidos en Sevilla en el marco de la XX Reunión Anual de la Sociedad Española de Sueño (SES), que ha congregando a más de 400 expertos en la materia, han apuntado que existen nuevas evidencias acerca de que la narcolepsia es también una enfermedad autoinmune. Este anuncio se enmarca en el Día Mundial del Sueño, que se celebró ayer.

Entre los síntomas principales de esta enfermedad, de origen neurológico, catalogada dentro de los trastornos del sueño y que padecen cerca de 25.000 españoles, destacan una fragmentación del sueño nocturno, una somnolencia diurna excesiva y la aparición de ataques de cataplejía (pérdida del tono muscular inducido por emociones como la risa o la sorpresa) con una duración media inferior a los dos minutos.

Aunque ya existían datos previos que planteaban la teoría de que es una patología autoinmune, estos especialistas han aludido a recientes resultados de un estudio clínico que han mostrado que el plasma de los pacientes de narcolepsia con cataplejías, contiene anticuerpos contra un péptido que se encuentra en las células productoras de hipocretina, involucradas en la correcta regulación del sueño.

Según estos datos, los anticuerpos se encontrarían en su nivel más alto al inicio de la enfermedad y aunque decrecen significativamente tras dos o tres años de evolución, permanecen elevados durante más de 30 años.

De hecho, sostienen que para desarrollar narcolepsia es preciso una predisposición genética y factores ambientales, tales como el estrés, una disfunción del sistema inmunitario, un trauma o cambios hormonales, que actúan como desencadenantes.

En la actualidad, la narcolepsia tiene una prevalencia del 0,02-0,05 por ciento de la población, por lo que afecta a cerca de 25.000 personas en nuestro país.

Han recordado que, aunque la mayoría de los casos de narcolepsia son esporádicos, existe una cierta predisposición genética. De hecho, algunos estudios revelan que los familiares de primer grado de pacientes con narcolepsia tienen un riesgo entre 10 y 40 veces más alto de tener esta enfermedad que la población general.

“Sin embargo, aunque la predisposición genética intervenga en el desarrollo de la enfermedad, por sí sola no es suficiente para desarrollarla, por lo que es preciso la contribución de factores ambientales, como una infección, disfunción del sistema inmunitario, trauma, cambios hormonales, estrés”, ha enumerado al respecto la doctora Georgina Botebol, miembro de la Sociedad Española de Sueño.

En esta línea, algunas investigaciones han logrado identificar que las infecciones estreptocócicas (provocadas por la bacteria estreptococo), como la amigdalitis, neumonía o meningitis, pueden constituir un factor de riesgo ambiental para desencadenar la aparición de narcolepsia.

Deterioro de la calidad de vida

Estudios epidemiológicos han demostrado que la narcolepsia tiene un importante impacto negativo en la calidad de vida de las personas que conviven con esta enfermedad, incluso en comparación con otras patologías, como la epilepsia, o con otros trastornos del sueño, como la apnea del sueño.

“A mi juicio, todavía no existe un conocimiento adecuado de estas patologías entre la población general, lo que provoca que los pacientes no reciban el apoyo necesario de su entorno social, laboral e, incluso, del familiar”, ha ahondado.

Las personas con narcolepsia tienden a eludir reuniones sociales, bien por el temor a quedarse dormidas o por el rechazo a predisponerse a posibles situaciones que desencadenen los episodios de cataplejía.

“Viven con miedo a perder su trabajo y presentan alteraciones cognitivas que les dificultan el desarrollo de su actividad profesional, lo que directamente también acaba repercutiendo en su estado de ánimo”, ha concluido.

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