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Las generaciones de médicos en un mundo complejo

El Dr. Luis Ángel Oteo Ochoa, profesor Emérito de la Escuela Nacional de Sanidad del Instituto de Salud Carlos III, y el Dr. Serafín Romero, presidente del Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos (CGOCM), destacan en este artículo firmado conjuntamente que la profesión médica, no puede por menos que reconocer y legitimar desde la ética y los valores del profesionalismo la trayectoria de la enfermería asistencial, “siempre compartida y hermanada”

Nos permitimos en este prolegómeno mencionar y reconocer a Florence Nightingale, transcurridos 200 años desde su nacimiento, como el referente identitario de la profesión de enfermería en el mundo. En razón a ello, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha designado a este 2020 como el Año de la Enfermera. Florence Nightingale fue quien estableció los principios de la enfermería moderna y los cuidados en el ámbito hospitalario, creó la primera escuela de enfermería en un hospital londinense en 1860 y fue también la primera mujer admitida en la Royal Statistical Society, por sus trabajos en infografía estadística -con diagramas, gráficos y tablas sobre mortalidad- de soldados británicos en la guerra de Crimea. Los últimos números mensuales de la American Nurse Today recogen la historia biográfica de esta virtuosa, ejemplar, innovadora, comprometida y socialmente reconocida profesión de enfermería en estos casi dos siglos, hasta nuestros días, lo que representa un verdadero hito para la ciencia de los servicios y cuidados asistenciales, así como una credencial de valor universal hacia la sociedad.

Es especialmente llamativo que en el texto The World in 2020 de la prestigiosa revista The Economist aparece en la tabla octométrica de la portada el nombre de ésta prestigiosa profesional como referente máximo de la enfermería en el mundo. Posiblemente esta sorprendente mención tiene un significado críptico de difícil interpretación, por cuanto se presenta en un contexto de tendencias y cambios transformadores que afectan sustantivamente al propio modelo de vida del conjunto de la humanidad.

La profesión médica, no puede por menos que reconocer y legitimar desde la ética y los valores del profesionalismo, esta trayectoria inmensa de la enfermería asistencial, siempre compartida y hermanada.

Expresado este reconocimiento fraternal, consideramos que la visión de un mundo en donde permanentemente estamos revisando, interpretando y re-interpretando la realidad del entorno y las transformaciones sociales derivadas no sólo de los cambios demográficos, tecnológicos, medioambientales-biodiversidad y macroeconómicos, sino también de los nuevos equilibrios -geopolíticos, geoestratégicos y geoeconómicos- en un marco global, complejo e interdependiente, en donde por primera vez el mundo tendrá más personas mayores de 30 años que menores, y en el que posiblemente las agendas ocultas y las incertidumbres de la época actual, ocuparán una parte de nuestro espacio vital, y volvemos nuevamente a reflexionar sobre el significado y comprensión del “universo” que denominamos profesionalismo médico.

Posiblemente para la ciencia biomédica y la salud poblacional, una vez que el método científico nos ha permitido validar el conocimiento y sus aplicaciones, así como perfeccionar la capacidad de racionalizar nuestras decisiones en todos los ámbitos y sectores sociales, una nueva herramienta tecnológica, la inteligencia artificial, explotada multiplicativamente a su máximo potencial, puede facilitar el desarrollo del ingenio humano en su vertiente más innovadora y humanista, contribuyendo a dar solución a muchos de los problemas que perturban e inquietan a la sociedad de nuestro tiempo. 

Consideramos que la creatividad y la capacidad adaptativa a los cambios tecnológicos y sociales de las nuevas generaciones serán determinantes para mejorar la vida de las personas, a sabiendas de que como bien expresaba Lester Thurow, Ex-Presidente del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), decano de la MIT Sloan School of Management  y Secretario del Trabajo con Bill Clinton, “la imaginación se intensifica a medida que disminuye la comprensión del mundo real, y que esa realidad la interpretamos de forma más apropiada, en la medida que mejoran nuestras competencias esenciales” .

En todo caso, en el sector de la salud es arriesgado anticiparse y hacer prospectiva o escenarios de previsión en razón al dinamismo disruptivo tecnológico y a las grandes transformaciones sociales que vislumbramos. Además, también en los servicios sanitarios debemos plantearnos la necesidad de revisar nuestro modelo productivo asistencial y laboral orientado a un crecimiento inteligente orgánico y funcional. Entendemos que formará parte de la economía del conocimiento e innovación del sector sanitario y que sin duda nos va a exigir un proceso intenso de modernización -reformista- para que las actividades y prestaciones sean cada vez más eficientes y garantes de calidad, lo que en  nuestra cultura interna significa conseguir el mayor valor añadido en términos de resultados en salud. Conviene aquí recordar, que el conocimiento y la tecnología avanzada representan hoy en el mundo los principales factores de producción y globalización, y constituyen la base de las competencias distintivas de toda organización moderna.

En nuestro país, hoy en sabemos que la fuerza laboral se concentra preferentemente en la generación Y, los millenials -el 45%-  y en la generación X  -el 38 %-, representando los baby boomers una presencia menor en el mercado del trabajo -el 10% – . En el sector sanitario, también se identifican estos segmentos generacionales, sociológicamente y culturalmente diferenciados, y que como consecuencia de la dinamicidad tecnológica -no sólo digital-, la tendencia esperable en las nuevas formas de trabajo, determinará cambios continuos no sólo en el clima de convivencia laboral y de colaboración inter-profesional, sino también en los métodos de reclutamiento y retención de talento, en la flexibilidad  de los sistemas de trabajo, en los modelos de promoción y compensación salarial, en la gestión de proyectos transversales y conectados en red, en la movilidad interna vertical y horizontal, en la cultura del trabajo multidisciplinario y en los sistemas incentivados de movilidad interna . En todas estas dimensiones, el compromiso con los valores identitarios del profesionalismo médico deberá tener inexcusablemente una inferencia crítica y autocrítica, que propulse y oriente positivamente nuestra misión al servicio de la sociedad. 

Los actuales estudiantes de medicina y una parte de los colegas millenials no han conocido un mundo sin internet y más allá de que la inmensa mayoría de nuestras prácticas asistenciales exigen “presencialismo” por la relación intrínseca médico- paciente, las nuevas generaciones de médicos demandan…….

1. establecer patrones laborales diferenciados con un alto grado de autonomía y de libertad personal que les habilite para asumir renovados estilos y prácticas de liderazgo profesional, 

2. posibilitar el desarrollo de competencias profesionales y conocimientos de evaluación comparada de resultados -benchmarking funcional-, en donde prevalezcan los valores de responsabilidad motivada y reconocida, 

3. avanzar hacia una organización flexible en las formas de trabajo, diluyendo las barreras verticales propias de las estructuras de gestión jerarquizadas, así como de toda simbología de poder autocrático, 

4. promover una cultura profesional basada en la delegación confiable y colaborativa, 

5. facilitar un estado de armonía en la yuxtaposición de los ámbitos de la vida privada y laboral, 

6. fomentar las buenas prácticas y la innovación biomédica vinculada al desarrollo y promoción profesional,

7. incentivar un trabajo inteligente y de excelencia productiva con mecanismos de compensación ágiles, transparentes, objetivos -mensurables- y motivadores, y en última instancia, 

8. valorar una ética principialista que impregne de legitimidad social el mundo del trabajo médico .

Sí bien es cierto que el panorama -mercado-  laboral está cambiando aceleradamente, quizás más inclusivo pero dilemáticamente más inestable, seguimos deseando con preferencia disponer de un trabajo jurídicamente seguro, funcionalmente consistente y a su vez, permanente en el tiempo. Afortunadamente, al menos en nuestra civilización occidental, muy atrás queda la era del taylorismo alienante, de los sistemas productivos despersonalizados y de las instrucciones -top down- basadas en el  “ordeno y mando”, pero sería deseable -por necesario-, que avanzáramos además en superar las disfunciones burocráticas sistémicas que cercenan la vida de las personas e instituciones, tanto públicas como privadas. Es la hora del trabajo inteligente en donde los profesionales la salud seamos “propietarios” de nuestro tiempo (como un recurso benefactor valioso y socializable) y destino, al servicio de las personas y del bien común.

En la profesión médica es relevante señalar la singular y contrastable variabilidad existente en las motivaciones, actitudes y perfiles de personalidad desde una perspectiva intergeneracional, fruto de los cambios culturales, formativos, sociológicos y de las grandes transformaciones tecnológicas y sociales vividas en las últimas décadas en nuestro país . Se evidencia por ejemplo que los médicos millennials se identifican mayormente por una mayor calidad empática, integración funcional organizativa, colaboración multidisciplinaria, así como capacidad de perfeccionamiento, adaptabilidad, sociabilidad y autodisciplina frente a otros perfiles generacionales, quizás más “laissiez faire”.

Hemos aprendido también a formalizar y evaluar competencias científicas, tecnológicas y conocimientos en el ámbito de la especialización y sub-especialización médica, respondiendo a las propias motivaciones extrínsecas e intrínsecas; sin embargo, sabemos que los juicios de valor que los pacientes y asistidos hacen de nuestra atención y prestación asistencial, buscando siempre sus preferencias, idoneidad y satisfacción, están de forma preferencial vinculados a competencias éticas y motivaciones trascendentes propias del buen profesionalismo, así como a otros atributos intangibles como el altruismo, asertividad, respeto, compasión y sensibilidad personal. 

Si consideramos que el principal factor productivo son las personas -en presente y futuro- y sus capacidades competentes aplicativas, y que con anterioridad a la era de internet, en nuestro ámbito de trabajo clínico-asistencial ya habíamos internalizado una dinámica de emprendimiento y de cooperación intra/inter profesional, desde esta base cultural organizativa bien asentada, entendemos que es posible, sin “rupturas” ni “reinvenciones”.

1. gestionar el talento -cada vez más universal y dinámico-, 

2. modernizar las redes de conectividad y de valor comunicativo profesional -networking-, 

3. promover la diversidad como un activo intergeneracional, 

4. potenciar la inteligencia analítica y el uso intensivo de las TIC en los procesos de autoaprendizaje, 

5. crear nuevas oportunidades de empleabilidad cualificada, 

6. porque además, los médicos post-millennials serán nativos digitales con liderazgo social y habilidades adaptativas e interculturales para desarrollar una vida laboral digna, aceptando  modalidades contractuales flexibles con reconocimiento, compensación y potencialidad de desarrollo profesional, única forma racional de retener el talento en las organizaciones sanitarias y en el propio país.

[1]Competencias esenciales: integración sinérgica del conocimiento, la tecnología y la cultura organizativa.

[2] Cennamo L, Gardner D. Generational differences in work values, outcomes and person-organization values fit. Journal of Managerial Psychology 2008; 23: 891-906.

[3]Borges NJ, Manuel RS, Elam CL, Jones BJ. Comparing millennial and generation X medical students at one medical school. Academic Medicine 2006; 81: 571-76.

[4] Tweng JM, Campbell SM, Hoffman BJ, Lance CE. Generational differences in work values: Leisure and extrinsic values increasing, social and intrinsic values decreasing. J Manag. 2010; 36: 1117-42.

[5] Gual A, Oriol-Bosch A, Pardell H. El médico del futuro. Med Clin. 2010; 134:363-68.

 
 
 

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