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“La terapia de la dignidad” puede contribuir a reducir el estrés y proporcionar confortabilidad emocional a enfermos terminales

Se trata de un tipo intervención con psicoterapia teniendo en cuenta la dignidad del paciente al final de su vida al tiempo y que ofrece tanto a él como a sus familiares herramientas para enfrentarse a problemas existenciales, cuyos efectos favorables han sido analizados a través de un estudio publicado en ?The Lancet Oncology?

Madrid, 8 de julio 2011 (medicosypacientes.com/E.P.)

A pesar de los progresos alcanzados en la mejora de las molestias físicas de pacientes en cuidados paliativos, existen pocas intervenciones que traten las necesidades emocionales, sociales y espirituales de los pacientes y sus familias. Esta carencia supone un reto constante. La “terapia de la dignidad” (una terapia psicológica única y personalizada) fue diseñada para aliviar el estrés y la experiencia del final de la vida mediante permitir a los pacientes que expresen y documenten lo que deseen o lo que ansíen sea recordado. Ahora, un estudio publicado en ‘The Lancet Oncology’ sugiere que la “terapia de la dignidad” funciona en casi todos los casos, y que debería aplicarse a todos aquellos individuos que se encuentren al final de sus vidas.

La “terapia de la dignidad” ofrece beneficios sustanciales frente a los cuidados paliativos y la atención al paciente comunes, mejorando la calidad de vida y teniendo en cuenta la dignidad del paciente al final de su vida al tiempo que se da apoyo a los familiares.

En este estudio, un equipo internacional formados por expertos de la Universidad de Manitoba (Winnipeg, Canadá) examinó si la “terapia de la dignidad” podía reducir el estrés y facilitar la experiencia del final de la vida en 326 pacientes en estado terminal a partir de los 18 años de edad hospitalizados en Canadá, Estados unidos y Australia. A los pacientes se les asignó aleatoriamente tratamiento con la “terapia de la dignidad” (108 pacientes), asistencia centrada en el paciente (107) o cuidados paliativos (111). Se apuntaron resultados en escalas que miden el bienestar espiritual, la dignidad, la depresión y la calidad de vida al principio y al final del estudio. También se evaluó la experiencia de los pacientes mediante formularios.

Aquellos pacientes que recibieron la “terapia de la dignidad” tuvieron una respuesta más positiva al reconocer la utilidad de la terapia, mejoraron su calidad de vida, elevaron su sentido de la dignidad, cambiaron la percepción sobre cómo los veían y apreciaban sus familiares -los cuales también resultaron beneficiados- en comparación a aquellos que habían pasado por terapias convencionales.

La “terapia de la dignidad” demostró mejorar la terapia de asistencia centrada en el paciente puesto que logró mejorar el bienestar espiritual y significativamente más beneficiosa que los cuidados paliativos ya que redujo la tristeza y la depresión. Sin embargo, no se encontraron diferencias notables en los niveles de angustia entre los diferentes grupos.

En palabras del autor, “aunque la habilidad de la ‘terapia de la dignidad’ para mitigar estados graves de angustia como la depresión, el deseo de muerte o las intenciones suicidas aun necesita ser demostrada, sus beneficios en términos de evaluación personal de la terapia por parte de los pacientes apoya su aplicación clínica”.

Lagunas por resolver

No obstante, se reconocen todavía algunas lagunas sobre esta intervención como la dificultad de su valoración concreta en este sector vulnerable de la población. “Las terapias psicológicas, como la “terapia de la dignidad” ofrecen a pacientes y familiares herramientas para enfrentarse a problemas existenciales como evidencian los ensayos controlados aleatorios.

Sin embargo, se hace preciso, tal como señalan algunos expertos, en este caso, canadiénses, considerar otras aproximaciones para demostrar la efectividad de la terapia, por ejemplo, ¿cómo se puede medir el efecto de la “terapia de la dignidad” según la idea de dolor existencial de un paciente? ¿cómo puede la terapia ayudar en la reconciliación de un paciente con su familiares? ¿cómo medir el efecto a largo plazo del dolor y posterior desarrollo de una niña de tres años cuya madre muere de cáncer? En definitiva, se precisa encontrar la forma de medir estas importantes cuestiones para demostrar que este terapia ofrece una mejora significativa”.

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