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El Dr. Juan Negrín López y la Historia de la Medicina: ¿Un caso de damnatio memoriae? (I)

El Dr. Vicente Andrés, Doctor en Medicina, Diploma Superior en Bioética y Máster Universitario en Filosofía Práctica, rescata, en este artículo de opinión, al Dr. Juan Negrín López (1892-1956) "un caso de olvido en la Historia de la Medicina, del que solo tardíamente se le ha ido sacando. Un olvido intencional, verdadera damnatio, en lo que a la medicina y a su magisterio corresponden"

El recurso a la expresión latina es porque fue la que originalmente, en la consolidación del culto imperial, se empleaba para, en un sentido inverso, aplicarse a los emperadores merecedores del olvido más absoluto, literalmente se borraba su memoria. Esta «condena del recuerdo» alcanzó un extremo con Geta, el hermano de Caracalla, ambos hijos de Septimio Severo, asesinado por su hermano en 212 d. C., su nombre fue borrado de casi todas las inscripciones[1].

La palabra historia significa etimológicamente «investigación», «conocimiento», «visión»[2]. En el uso más común, una narración de los hechos pasados. ¿Cuáles?, aquí entra la valoración del narrador que acepta unos y desdeña otros, estableciendo una jerarquía de importancia o relevancia siguiendo el criterio propio. Bien sabemos lo subjetivo y personal de cualquier estimación. Así pues, del historiador depende que unos hechos pasen a la historia o queden fuera de ella, que sean recordados u olvidados. Y el historiador es también esclavo de una ideología confesa, la que sea, por mucho que quiera apartarse de ella a la hora de narrar los hechos. Tanto mejor será su criterio, cuanto más se aparte de sus convicciones.

El Dr. Juan Negrín López (1892-1956) es un caso de olvido en la Historia de la Medicina, del que solo tardíamente se le ha ido sacando. Un olvido intencional, verdadera damnatio, en lo que a la medicina y a su magisterio corresponden. Sin embargo, esto no ha sido así en lo que concierne a la historiografía sobre la Guerra Civil y el exilio posterior, donde su vida política ha sido tratada abundantemente y dadas las características que tuvo el enfrentamiento a muerte en nuestro territorio hispano y la destrucción ocasionada ?prólogo largo y cruel de la II Guerra Mundial? subrayadas por una posguerra, también extremosamente enfrentada en lo ideológico, que remedó lo ocurrido en España, pero sin tanto odio. Negrín fue maltratado por los «hunos y los hotros» según la expresión de Unamuno; un extraño caso de consenso. Sin embargo, este aspecto no es el que corresponde tratar aquí, sino el científico y médico, que es el que debemos conocer, así como tratar de averiguar alguna posible causa de esta exclusión histórico-médica.

De él, hace una semblanza rápida un amigo y compañero durante la Guerra Civil, el periodista Fernando Vázquez Ocaña, muerto en el transtierro[3] mejicano, que escribió en 1940:

Juan Negrín se fue a estudiar fisiología a Alemania, y en Alemania, siendo estudiante, se hizo socialista. Cuando regresó a su patria, después de cultivar la medicina, el humanismo y la economía política, hombre desconocido y sin recomendaciones, ganó la cátedra de su especialidad en la Universidad Central, que le disputaba un profesor reputado. Más tarde fue nombrado jefe del laboratorio de la Junta de Ampliación de Estudios y secretario de la Facultad. Y después, secretario de la Ciudad Universitaria. Al declararse la República, el doctor Negrín fue sorprendido por los acontecimientos en los andamios de La Moncloa, comprobando el trazado de los laboratorios y la calidad de los materiales[4].

Esta breve reseña, casi periodística, describe un perfil muy relevante del médico investigador, de su mentalidad científica que excedía el interés por la medicina. Veremos con más detalle estos aspectos de esta descripción; pero, aunque nada más fuera por el importante papel que desempeñó en la Facultad de Medicina de Madrid y en la construcción de la Ciudad Universitaria ?actual sede de la Universidad Complutense? merecería alguna referencia en la Historia de la Medicina, porque esto ya fue un hecho relevante. Sin embargo, se puede buscar en las obras del profesor Laín Entralgo, nuestro más insigne historiador y no se le encuentra[5]. Ni en su Historia de la Medicina, ni cuando habla de Cajal o de Severo Ochoa, al menos en lo que he revisado. Sorprendido por ello, busqué en una publicación de la Fundación Uriach, La enseñanza de la medicina en la universidad española, coordinada por José Danón y prologada por Laín, que repasa diversas facultades españolas de medicina. El apartado que corresponde a la de Madrid, escrita por el profesor Albarracín Teulón, tampoco lo nombra, ni siquiera cuando habla de Cajal, en lo que corresponde a la Fisiología. Sí lo hace cuando habla de la creación de una nueva Junta que sustituye a la monárquica, para continuar con la construcción de la Ciudad Universitaria, que será presidida por Alcalá Zamora y cuyo secretario será Juan Negrín[6].

La primera referencia explícita a Negrín la encuentro en 1996, en un monográfico de Medicina e Historia escrito por Alfredo Rodríguez Quiroga, titulado «Juan Negrín López (1892-1956): la culminación del proceso de renovación de la enseñanza de la Fisiología en España»[7]. Y hubo que esperar a 2020 para que en la Facultad de Medicina de la Universidad que él ayudó a construir ?donde siguió formando profesionales relevantes para la fisiología? se recuperaran los elementos de investigación del Instituto de Fisiología, como el quirófano original, que fue deliberadamente ocultado tras la Guerra Civil.

Una exigencia ética de quien historia es la de cultivar el valor de verdad. La exposición de las vicisitudes de algo o de alguien, describir lo que acontece o acontecido; tiene la dificultad, sin duda, de tener que recurrir a la memoria de uno o de muchos. Los testimonios personales, pese a tener una cierta garantía de ser verdaderos, cuando se contrastan con otros, el historiador se puede encontrar con narraciones diametralmente opuestas. Escudriñar, hasta poder constatar los hechos, es una ardua labor, pero una vez establecidos, estos no deben ser ocultados, ni hurtar el conocimiento de ellos a generaciones futuras. La labor que Juan Negrín desarrolló en la ciencia y en la medicina debe ser conocida por los médicos actuales y futuros, porque un discípulo suyo, como Severo Ochoa sí es sobradamente conocido por todos, aun sin tener relación directa con la medicina, porque, aunque estudió medicina, su verdadero interés fue la biología, cursar aquella fue un camino para poder conocer esta. Y, sin embargo, una estatua conmemora su figura, muy merecidamente, desde 1992 en el exterior de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense.

El Dr. Juan Negrín López cultivó diversas disciplinas. Sus conocimientos, su poliglotía, sus capacidades organizativas le hicieron idóneo para diversos cargos y actividades. Su ideología política y su sentido del deber le llevaron al Poder Ejecutivo, después de haber pasado por el Legislativo, pero su mentalidad, eminentemente científica, se vio atrapada en la decisión política lo que le arrastró a una idea que expresó en un eslogan: «resistir es vencer», de difícil comprensión y que, lamentablemente vuelve a estar de nuevo vigente en esta Europa que no conocía una nueva guerra desde la de la antigua Yugoslavia.

Dado el valor que el testimonio personal tiene, intentaré atenerme a lo que las personas que conocieron a Negrín y con las que tuvo relación científica o docente dicen de él. Recurrir a testimonios de políticos no aclararía la cuestión que aquí interesa indagar y responder sobre el valor que tuvo en la medicina y la enseñanza de la fisiología.


[1] López Melero, R. (2015). Breve historia del mundo antiguo. Madrid: Centro de Estudios Ramón Areces, pp. 388-389.

[2] Eseverri, C. (1994). Diccionario etimológico de helenismos españoles. Burgos: Aldecoa.

[3] Neologismo creado por el filósofo José Gaos en los 40 del pasado siglo, para englobar a los exiliados que fueron a parar a Méjico, que no fueron desterrados, sino transterrados.

[4] Vázquez, F. (2007). libro Pasión y muerte de la Segunda República española. Madrid: Fondo de Cultura Económica, p. 102.

[5] Las ediciones de la Historia de la Medicina de Laín que tengo son de 1978 y la 3ª y 10ª reimpresión de 1982 y 1994, respectivamente. Aunque es anterior (1962), la obra de Sánchez Granjel Historia de la medicina española también omite toda referencia al médico investigador.

[6] Albarracín, A. (1998) «La Facultad de Medicina de Madrid (1843-1967)», en José Danón (coord.), La enseñanza de la medicina en la universidad española. Barcelona: Fundación Uriach 1838, p. 51.

[7] Medicina e Historia, nº63 – 1996 (Tercera época). Barcelona: Centro de Documentación de Historia de la Medicina de J. Uriach & Cía.

 

* Las tribunas y artículos publicados en medicosypacientes.com no representan posturas o posicionamientos oficiales del CGCOM

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