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El Dr. Ángel Escolán, nuevo miembro de Asemeya

“La armonía curativa. La sinfonía entre la medicina y el órgano de tubos” ha sido el epígrafe del discurso de ingreso del doctor oscense Ángel Escolán Gelos en la Asociación Española de Médicos Escritores y Artistas, en el Colegio de Médicos de Huesca.

El presidente colegial, José Borrell, ha dado la bienvenida a un hito tan relevante y en el que el nuevo miembro de Asemeya ha pronunciado su alocución acompañado por un órgano que portaba en una maleta. En la conclusión, el valor de la música para la salud integral de las personas. “El poder de la música para la vida emocional y mental” que marcará un futuro en la Medicina.

Carmen Fernández Jacob, presidenta de Asemeya, ha recordado que la asociación nació en 1918 con el objetivo de que los médicos puedan expresar sus ideas literarias y artísticas. Ha invitado a los profesionales con inquietudes humanísticas a unirse a Asemeya para convertir esas ideas en arte, literatura, música, y eso “nos hará ser mejores médicos”.
Antonio García Omedes ha explicado en la sesión sus convicciones al respecto con el ejercicio personal que él emprendió hace muchos años para investigar y divulgar sobre el patrimonio del arte románico que expresa en su página web Románico Aragonés. Ha presentado a Escolán como otorrinolaringólogo y titulado en Foniatría.

“Conoce bien que el primer instrumento de la humanidad es la voz” a través de la laringe. La música es una de las “pasiones confesables de Ángel”, coleccionista de instrumentos como chiflos y órganos que se afana en rehacer.

Ángel Escolán ha iniciado su conferencia “La armonía curativa. La sinfonía entre la medicina y el órgano de tubos” con Orfeo al rescate de Eurídice. El doctor Escolán Gelos ha interpretado un pequeño fragmento de la ópera de Gluck muy reconocible. Ha asociado con la medicina al instructor de Orfeo, el centauro Quirón, capaz de “curar, de operar y docto en moral “.

Todas las sociedades han utilizado los sonidos, la voz o la música para hacer cambios en su entorno, en general para mejorar su evolución, “salvo las sociedades modernas que han inventado las bandas militares para llevar a los hombres a la guerra”.

Ha expuesto las relaciones entre las situaciones que pasan las personas y los episodios nerviosos degenerativas. Así, las personas sometidas al estrés tienen dificultades en el aprendizaje, las vengativas tienen con frecuencia trastornos de tipo hepático y biliar, las puntillosas padecen alteraciones de tipo intestinal y cardíaco, y los pensamientos negativos alteran la inmunidad, son más frecuentes enfermedades de tipo autoinmune como esclerosis en placa, diabetes, tiroiditis, etcétera. La pérdida de autoestima conlleva alteraciones de las glándulas suprarrenales y la vejiga, y la tristeza conlleva alteraciones cardíacas, mientras las temerosas acarrean infecciones urinarias. Los positivos tienen una vida más saludable.

Los sonidos desagradables elevan los niveles de serotonina que, pese a ser una sustancia beneficiosa, da en exceso problemas de agresividad y depresión. Ha tocado la Rapsodia húngara número 2 de Liszt, que precede en el cine en ocasiones a los asesinatos. Por tanto, “no toda la música puede curar”. Ha acompañado con dibujos del cerebro para explicar algunas cuestiones como el hecho de que la música puede influir sobre la presión sanguínea, el ritmo respiratorio y cardíaco y el sistema nervioso. “No todas las músicas valen para la misma persona, depende del carácter cultural y la formación de esa persona”. “La música ha sido considerada la forma más antigua de curación”.

Ha hecho un repaso por los instrumentos comenzando por la lira, cuyo número de cuerdas aumentó Orfeo de 8 a 9, una por musa. Los discípulos de Pitágoras usaban acordes de órgano contra el estrés o el carácter asustadizo. “No sabemos la música que utilizaban porque a todos le llamaban órganos”. Cuando se pretende influir en el comportamiento, “parece ser que las flautas son los más útiles de los instrumentos”.

“Si se intenta relajar la tensión, los tambores son los mejores, así como cuando se va a realizar un trabajo extenuante”. Y el piano es ideal para la relajación.

Se ha concentrado en la historia del órgano, comenzando por los hospitales griegos, los templos del dios Escolapio, con órganos que funcionaban por agua, se denominaban hidraulus. Había música para “relajar a los pacientes y llevar a un máximo estado de equilibrio”. El órgano se inventó en el siglo III antes de Cristo por Tesibio de Alejandría. Ha acompañado con el Epitafio de Seikilos, la composición más antigua que se conserva, esta disertación histórica.

Tras el intento de San Ambrosio de acompañar sus sermones con música oriental, a San Agustín no le pareció “muy católico” y pensó en suprimirlo, “pero cuando vio la belleza de los cantos que se hacían en la Catedral de Milán, se quedó impresionado y admitió la entrada del órgano en la Iglesia”. Santo Tomás dijo después que los “sentidos eran las ventanas del alma y que, a través de la música, podía uno ascender a Dios”.

En estos momentos, el órgano es muy complejo. Ha proyectado la imagen del más antiguo de España, del siglo XIV, en Salamanca, de tipo gótico. Luego otro de estilo barroco, con más riqueza de tubos que extraen diferentes notas. Y la complejidad del de Cuenca, que es como dos complementados. Luego, los de tipo romántico como el de la Iglesia de San Patricio en Nueva York.

El término musicoterapia aparece en el siglo XIV con el concepto del freno a la ansiedad o el estrés, incidiendo en la cantidad de cortisol que se producía. Por la liberación de endorfinas, sienten menos dolor físico y lo hacen ideal para tratar las migrañas o las artritis.

Ángel Escolán ha aludido al “poder de la música para la vida emocional y mental”, como la mayor tolerancia al dolor, la mejora de la memoria, su carácter euforizante, el combate del insomnio o de la dislexia, la mejora de la circulación y neurológica (alzhéimer y párkinson), el estímulo endocrinológico, la optimización del razonamiento temporo-espacial y la mejora del desarrollo fetal. “La música de Mozart es capaz de activar todo el cerebro y la persona se siente más creativa y optimista. Puede acompañar a los buenos y malos momentos”.

Sobre los estilos musicales, cada uno tiene sus fortalezas. La clásica, “con media hora que se escuche, se ha demostrado que tiene una mayor conexión neuronal, más relajación, concentración y estar más despierto y aprender mejor”.

En la Salsa, “el ritmo cadencioso y alegre combina la excreción de dopamina y adrenalina. Beneficia física, mental y emocionalmente. Libera del estrés y aumenta la capacidad cardiorrespiratoria, mejorando la coordinación y el equilibrio”.

En cuanto al rock, no es la mejor forma de potenciar una concentración, pero “inyecta una mayor cantidad de adrenalina en la sangre y puede venir bien después de un ejercicio intenso, cuando se debee continuar, aumentando la resistencia del cuerpo y mejorando el rendimiento cardiovascular”. Sobre el reggaeton, bromeaba, “me gusta cuando cantan el Despacito y sobre todo lo bailan”. Riendo, concluía que la techno es un “totum revolutus porque se ha demostrado que aumenta el cortisol plasmático, la CTH, la prolactina y la hormona del crecimiento, un cóctel que puede pasar cualquier cosa”.

Ha concluido que, si el órgano tuvo una gran trascendencia histórica, con los instrumentos avanzados de ahora “podríamos sacarles un mayor rendimiento. Yo creo que en los próximos años vamos a ver un auge de este tipo de música dentro de la medicina”.

Ha respondido al discurso de ingreso la doctora Rosa Solanas, que ha aludido a los estudios neurocientíficos sobre la influencia en los planos cognitivo o emocional. En su repaso por la historia y la geografía del órgano, ha recorrido los de la Catedral de Huesca, el Colegio San Vicente Mártir, el de la Basílica de San Lorenzo y San Pedro el Viejo. “A pesar de los avances tecnológicos, cada órgano tiene unas características propias, sin que haya dos iguales, como si se tratara de un ADN musical, donde un buen mantenimiento y el afinado puntuales les aseguran una larga vida”.

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