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Dra. Campillo: “Nos queda camino que andar para la conciliación real de la vida familiar y nuestro trabajo como médicas”

La Dra. María José Campillo, tesorera de CESM Región de Murcia y vocal de la Sección de Médicos de Ejercicio Privado del Colegio de Médicos de Murcia, narra en este artículo las biografías de mujeres “auténticas pioneras de la Medicina y  que renunciaron a mucho por perseguir su sueño, su vocación, su deseo de ayudar a los demás con su ciencia, su valer y sus conocimientos”

Cuando conocemos la historia de Hagnodice o Agnodice conocemos, sin duda, la historia de una mujer que lo dio todo por perseguir su sueño: ser doctora. No hay unanimidad en determinar si es un mito o si existió en realidad. En su época, el siglo IV, reflejar la historia de una mujer no era una prioridad, así que las dudas acerca de su existencia real difícilmente podrán ser aclaradas. De una forma u otra, no deja de ser fascinante el relato de su biografía o leyenda. Hagnodice nació en Atenas, en una familia acomodada. Quería ser médica y ayudar a las mujeres en los partos, pero la práctica de la Medicina estaba prohibida para las mujeres, bajo pena de muerte, tras haberse descubierto que las médicas practicaban abortos.

 
Hagnodice no se conformó con una ley restrictiva. Con la ayuda de su familia, se vistió de varón y estudió Medicina en Egipto, graduándose en el equivalente a Ginecología de nuestros días. Cuando empezó a ejercer la Medicina, siguió con su atuendo de varón, aunque dio a conocer su verdadera naturaleza a algunas de sus pacientes. Las mujeres pronto buscaron sus cuidados, despertando con ello los celos y envidias de sus colegas varones. Fue acusada de seducir a sus pacientes e incluso de haber violado a algunas de ellas.  En pleno juicio, desveló su verdadero género levantándose la túnica, pero entonces fue acusada de un delito todavía más grave: suplantación de identidad en el ejercicio de la Medicina que, además, estaba prohibida a las mujeres como he comentado anteriormente.  Sus pacientes, mujeres, acudieron en su defensa, elogiando sus muchos méritos y reprendiendo a sus maridos, dando lugar con esto a una de las primeras revueltas femeninas de la Historia. Finalmente, Hagnodice fue absuelta y la ley ateniense fue modificada para que las mujeres pudiesen ejercer la Medicina.
 
La historia de Hagnodice no es única.
 
El Dr. James Baurry se llamaba, en realidad, Margaret Ann Bulkley. Nació en 1795, estudió Medicina en una Inglaterra donde las mujeres tenían prohibido el ejercicio de la misma, ingresó en la Armada Britanica y llegó a ser Inspector General de Hospitales, practicando la primera cesárea en la que una madre y su hijo lograron sobrevivir. No fue hasta 1865, durante su autopsia, que se descubrió su verdadero sexo.
 
Podría seguir narrando las biografías de estas auténticas pioneras de la Medicina. Mujeres que renunciaron a mucho por perseguir su sueño, su vocación, su deseo de ayudar a los demás con su ciencia, su valer y sus conocimientos.
 
En la Historia, cada hecho, cada personaje debe ser juzgado, medido o valorado en su contexto. Acciones o hechos que nos escandalizarían o harían que pusiéramos el grito en el cielo a día de hoy, antes se consideraban algo normal. Es el caso del escaso papel, meramente secundario, de la mujer en la sociedad a lo largo de la historia hasta hace muy poco tiempo . 
 
Pero pensemos, por un momento, que Hagnodice viajara a nuestro tiempo, a conocer a sus descendientes en la Medicina, a las mujeres que cada día se enfundan en una bata blanca, y se cuelgan un fonendo en el cuello. ¿Qué pensaría?
 
La primera sorpresa que se llevaría es que la Medicina no es un mundo exclusivo de los varones. Que la Medicina no es un mundo en el que la mujer no pueda ejercer, lo haga de forma minoritaria en áreas concretas como la Ginecología o tenga que hacerlo burlando a una ley que le prohíbe ser médica. Sin duda, se sorprendería de ver que el porcentaje de mujeres es de casi el 60% en las nuevas generaciones de médicos y que, además de Ginecología, se especializan en todo tipo de materias, hasta en Urología, donde predominan los pacientes masculinos.
 
Hagnodice quizá tampoco entendería que hubiera cupos para alcanzar la paridad en las empresas. Lo cierto es que la ley que marca el tanto por ciento de hombres y mujeres que debe haber en empresas o puestos de responsabilidad no deja de ser un reflejo de que no todo es como debiera en este siglo XXI y que todavía quedan atisbos de machismo que vamos reduciendo poco a poco. Las mujeres, de cualquier modo, queremos ser elegidas por nuestros méritos  y no para cubrir un cupo, pues cada puesto se debe elegir por el mejor curriculum y no por el género de los candidatos. Es cierto que dentro del colectivo médico, concretamente en el tema salarial, las médicas no somos discriminadas. Es igualmente cierto que dentro del colectivo médico tenemos menos directivas que directivos. También es cierto que la mujer era minoritaria en el mundo de la Medicina y que, los últimos años, han cambiado las tornas, por lo que cada vez veremos más mujeres accediendo a puestos de decisión.
 
Quizás en lo que menos cambios encontraría Hagnodice es en la educación que recibimos unas y otros. Se sigue educando a la mujer como responsable del cuidado de los hijos y esto provoca que vean truncada su carrera profesional. Se piden excedencias, la mayoría por parte de las féminas, que es donde encontramos el origen de la brecha de género en Sanidad. 
 
De todos modos, y poco a poco, esa educación tradicional está cambiando y dejando paso a otra, en la que la pareja lo comparte todo y las excedencias por cuidado de los hijos también son cosa de hombres. 
 
Echamos mucho de menos la aplicación de nuevas fórmulas de trabajo que permitan compaginar vida profesional y personal, horarios flexibles, posibilidad de practicar la telemedicina en las especialidades que lo permitan, posibilidad de readaptación de puestos de trabajo en progenitores con hijos menores de 3 años y, por supuesto, que cuando se pida una reducción horaria para el cuidado de hijos, se incluya las guardias y no solo la jornada ordinaria.
 
Los médicos y la Medicina hemos avanzando mucho desde los tiempos de Hagnodice pero, indudablemente, aún nos queda camino que andar para la conciliación real de la vida familiar y nuestro trabajo como médicas
 
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