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Dr. Landa García: «Atención a los ‘tratamientos complementarios’ en el cáncer»

El autor de este artículo, Dr. Landa García, aborda aspectos relativos a la tipología de terapias alternativas y complementarias a la Medicina científica convencional, y se muestra rotundo en la descalificación de la mayoría de las mismas al considerar que pueden modificar el tratamiento oncológico, al tiempo que subraya la importancia de que el paciente informe a sus médicos de la utilización que, en su caso, estuviera haciendo de alguna de ellas

Dr. José Ignacio Landa García, cirujano general y del Aparato Digestivo. Miembro del Consejo Asesor del CGCOM

La “Terapia Alternativa” reúne a las terapias que afirman tener efectos curativos o de mejora de la salud de los pacientes, pero que no están apoyadas por pruebas obtenidas mediante el método científico, por lo que su efectividad no ha sido probada más allá del efecto placebo en alguna de ellas. Se ofrecen como alternativa a los tratamientos médicos convencionales e incluso alguna puede ser peligrosa para la salud.

La “Terapia Complementaria”, reúne y define a ciertas terapias que se suelen ofertar junto a la medicina científica convencional. Tampoco están apoyadas por pruebas obtenidas mediante el método científico. Tratan en la mayoría de sus actuaciones de mejorar la salud y/o disminuir o contrarrestar los efectos adversos del tratamiento médico convencional de las enfermedades, especialmente del tratamiento del cáncer con quimioterapia, inmunoterapia, radioterapia y cirugía. 
 
La “Medicina Integrativa”, término más utilizado en EEUU y China, utiliza terapias complementarias junto a los tratamientos médicos convencionales. En EEUU existe un control relativamente riguroso de evaluación, a través de un organismo del gobierno federal que se denomina Centro Nacional de Salud Complementaria e Integral (NCCIH), creado para promover la evaluación científica de la seguridad y utilidad de las diversas prácticas encerradas en los conceptos de medicina complementaria y alternativa. En China no es más que la incorporación de lo que se conoce como “Medicina Tradicional China” a los tratamientos médicos convencionales. Sin querer insistir una vez más con la problemática general de la atención médica en China, no puedo obviar señalar que los pacientes con cáncer que no tienen medios económicos suficientes solo son tratados con su “Medicina Tradicional”. También, que hay señales de alarma por su obstinada intención de introducirla en occidente. 
 
El Centro Nacional de Salud Complementaria e Integral (NCCIH) de EEUU distingue  cinco categorías de terapias alternativas y complementarias:
Productos naturales, incluidos suplementos dietéticos, productos herbales, vitaminas y minerales y probióticos; Medicina mente-cuerpo, que incluye meditación, yoga, acupuntura, hipnoterapia, tai chi y ejercicios de respiración profunda; Prácticas de manipulación y basadas en el cuerpo, incluida la manipulación de la columna vertebral y el masaje; Terapias de movimiento, incluido el método de Feldenkrais, la técnica de Alexander, Pilates y el método Trager; Otras modalidades de curación, incluidos curanderos tradicionales, manipulación de campos de energía, Reiki, qigong, magnetoterapia, y otros sistemas médicos, incluida la medicina tradicional ayurvédica y la medicina tradicional china. Algunos autores también incluyen la espiritualidad, la oración, los enfoques nutricionales, incluidos el ayuno, los tratamientos detox y la música. Constituyen una pequeña parte de las pseudoterapias recogidas extensamente en el observatorio de la Organización Médica Colegial (OMC).
 
Considerar alguno de los “tratamiento alternativos” a los ofrecidos por la medicina convencional en pacientes con cáncer, es un grave error que pueden cometer algunos pacientes que suelen ser manipulados la mayoría de las veces aprovechando su frágil situación emocional o carecen de información adecuada. Generalmente este tipo de manipulación la utilizan personas sin escrúpulos y con fines espurios. Debo reconocer sin embargo, que también es una opción personal de un paciente que habiendo sido informado adecuadamente de los tratamientos actuales que la medicina le ofrece, elige libremente una opción de “tratamiento alternativo”. Los médicos debemos informarle lo más extensamente posible e insistir en que no debe abandonar el tratamiento convencional que representa la única opción de curación. 
 
Los resultados de los pacientes con cáncer que eligen una alternativa al tratamiento médico convencional son difíciles de cuantificar y evaluar, aparte de algún lamentable caso que suele acabar siendo judicializado y trasciende a los medios de comunicación o algún caso aislado de paciente reconocido. Existen suficientes evidencias de la menor supervivencia de las pacientes con cáncer de mama que rechazan el tratamiento médico convencional y eligen tratamientos alternativos (supervivencia 43% y 82% respectivamente, a los cinco años). También la supervivencia es menor si se retrasa un tratamiento adecuado por una inicial elección alternativa. Es de señalar que los pacientes que eligen tratamientos alternativos afortunadamente son una minoría en las escasas series publicadas; en una serie de casi dos millones de pacientes con cáncer (mama, próstata, pulmón y colorectal), se recogieron 258 pacientes (0.01%) que eligieron una terapia alternativa y que por supuesto tuvieron menores posibilidades de superar su cáncer (JAMA Oncology 2018; (4)10:1375-1281).
 
Pero cuidado, lo que se viene considerando como terapia complementaria no está libre de peligros. Hay muchos pacientes que utilizan productos complementarios sin consultar a su médico, sobre todo productos herbales. Suelen ser productos sin ningún control sanitario y de acceso libre que se consideran inofensivos para la salud. Se cree que tienen propiedades especiales que no se encuentran en los medicamentos y que son menos tóxicos y más efectivos cuando se usan en combinación con los tratamientos médicos convencionales. Hoy día el acceso a través de Internet a estos productos es ilimitado y descontrolado.
 
La lista de problemas de salud que pueden causar estos productos es interminable. Como ejemplo, solo voy a señalar dos situaciones que se recogen bien en la literatura médica. En un artículo anterior ya me referí el ácido aristolóquico (contenido en las plantas del género Aristolochia), un ingrediente en muchos remedios de la medicina tradicional china y que se viene utilizando ampliamente incluso en occidente y que puede causar insuficiencia renal y cáncer. Los escándalos de la compañía Herbalife trascendidos incluso a los medios de comunicación estos últimos años, por la toxicidad hepática de sus productos suplementarios, especialmente en EEUU, han aumentado recientemente con la publicación de la muerte de un joven por fallo hepático que consumía sus productos (Cyriac A Philips et al. J Clin and Exp Hepatol 2019; 9:268-272).
 
Hace tan solo unos días en la revista JAMA Oncology, considerada una de las más prestigiosas revistas de oncología (Factor de impacto 20.9), Nina N Sanford y otros del Departamento de Oncología Radioterápica de la Universidad de “Texas Southwestern” (EEUU), han publicado un artículo muy original que ha dado pie a mi artículo (JAMA Oncol. Publicado on-line el 11 de abril de 2019. doi:10.1001/jamaoncol.2019.0349). Recoge la utilización de productos complementarios por los pacientes que están siendo tratados con cáncer, utilizando los datos de una encuesta nacional exhaustiva para realizar un estudio transversal que estimó la proporción de pacientes con cáncer y sobrevivientes de cáncer que usan terapias complementarias en EEUU.
 
Una tercera parte de los pacientes utilizaron terapias complementarias y de ellos el 30% no se lo dijeron a sus médicos. Los más utilizados fueron los productos herbales (35.8%), seguidos de quiropraxia y osteopatía (25.4%). Otras terapias complementarias utilizadas en menor proporción fueron:  masaje (14.1%), Yoga/tai chi/ qigong (7.6%),  Mantra / mindfulness / meditación espiritual (6.9%), dietas especiales (2.9%), acupuntura (2.0%), homeopatía (1.5%), terapia de movimientos y ejercicios (1.3%), naturopatía (0.6%), curanderos tradicionales (0.4%), terapia de curación energética (0.6%), biofeedback (0.4%), hipnosis (0.5%), terapia cráneo-sacra (0.2%).
 
Llama la atención el alto porcentaje de pacientes que utilizan terapias complementarias (quizás más alto en EEUU), con preferencia por los más jóvenes y las mujeres y sobre todo, la ocultación al médico que les atiende. Esto es lo más peligroso. Aunque no tenemos datos de supervivencia de pacientes tratados de cáncer con y sin terapias complementarias, si conocemos que las dietas especiales y los productos herbales pueden modificar los tratamientos oncológicos como la radioterapia, ya que niveles muy altos de antioxidantes podrían hacer que la radiación sea menos efectiva. Es un dato alarmante que podría influir en los resultados ya que son utilizadas por una proporción muy alta de pacientes. Los oncólogos se preocupan por la influencia negativa que podría tener alguno de estos productos con la quimioterapia, radioterapia o inmunoterapia. Es curioso que la homeopatía recomendada por sus defensores como terapia complementaria en pacientes con cáncer, es utilizada por una proporción mínima de pacientes (1.5%), pese a que no sea sospechosa de poder influir negativamente en la efectividad de los tratamientos médicos convencionales, como los productos herbales y suplementos dietéticos.
 
No obstante, reconozco que algunas de estas terapias complementarias utilizadas por los pacientes del estudio, pueden ayudar al paciente con cáncer para conllevar mejor algunos efectos de los tratamientos oncológicos y el stress que les acompaña desde su diagnóstico, como los masajes, el Yoga, Tai chi, Qigong, Mantra, Mindfulness o la meditación espiritual. Pero hay que ser rotundo en la descalificación de la mayoría de las terapias consideradas complementarias que pueden modificar el tratamiento oncológico y sobre todo, destacar la importancia de informar a los médicos de su utilización. 

 

 

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