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Dr. Juan Martínez: “Los test antigénicos para SARS-CoV-2 no son la panacea”

El Dr. Juan Martínez Hernández, médico especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública, analiza en este artículo de opinión para “MedicosyPacientes” la utilización de los test antigénicos para SARS-CoV-2 y alerta que hay que tener en cuenta “la falsa seguridad que da una técnica de sensibilidad baja respecto a la PCR, y las implicaciones para la salud pública que tiene, en una pandemia, proporcionar un resultado falso negativo a un paciente”. Asimismo, resalta que “la utilidad de estos nuevos test se restringe a casos sintomáticos al principio de la enfermedad y no tienen ninguna aportación significativa para hacer cribados masivos indiscriminados”

Dr. Juan Martínez Hernández, médico especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública

 
La fascinación con los novedosos test antigénicos para la COVID-19 debe ser adecuadamente mitigada. Como toda nueva técnica, estos test ofrecen desafíos, oportunidades y muchas preguntas sin resolver, que conviene ir delimitando por el bien de todos.
 
En primer lugar hay que decir que los test antigénicos existen  para otras enfermedades y en casi todas ellas han aportado algo adicional a las técnicas precedentes, siendo importantes en el arsenal diagnóstico. Podríamos poner los ejemplos de la gripe, el neumococo o la Legionella. En el primer caso la muestra se obtiene con un hisopo nasal o nasofaríngeo y en los últimos, mediante una muestra de orina.
 
Hemos de recordar que estos tres agentes infecciosos no ofrecen riesgo para la realización de la prueba en un ambiente clínico habitual sin necesidad de laboratorio de microbiología. No obstante, se prefieren las técnicas por quimioluminiscencia por obtener resultados más precisos, no sometidos a subjetividad e interpretación del observador, además de poder emitirse de este modo un informe validado por un especialista de laboratorio.
 
Se debe conocer que la sacralizada nueva técnica del laboratorio A no tiene autorización de la FDA, sino solo una fórmula de emergencia para pacientes sintomáticos al inicio de la enfermedad y nada en absoluto para sanos asintomáticos, estudios de contactos o cribados y que ignoro en qué se ha basado la autoridad española para su aprobación para tales fines. Además no es una prueba necesariamente mejor que la del laboratorio B,  o R, porque hay que decir que existen otras técnicas antigénicas rápidas, incluyendo las que ofrecen resultados por quimioluminiscencia.
 
Cabe preguntarse si no existirá algún tipo de conflicto de intereses en las sociedades científicas o los profesionales que han funcionado como voceros del nuevo test rápido. Conviene delimitar este punto cuanto antes.
 
Hay que afirmar que para los clínicos que atienden a estos pacientes el poder dar un resultado en pocos minutos es un gran alivio y muy bien valorado. Pero a esto hay que oponer la falsa seguridad que da una técnica de sensibilidad baja respecto a la PCR, y las implicaciones para la salud pública que tiene, en una pandemia, proporcionar un resultado “falso negativo” a un paciente. El tema es serio, como se puede entender incluso por la población general.
 
La utilidad de estos nuevos test se restringe a casos sintomáticos al principio de la enfermedad y no tienen ninguna aportación significativa para hacer cribados masivos indiscriminados, que están totalmente desaconsejados, por ineficientes, a pesar de que se haya hecho una compra de millones de unidades por mecanismo de urgencia. Por supuesto estos test no van a cambiar “el paradigma de la enfermedad”, como se ha llegado a afirmar en tono triunfal. Pero sí han tenido un impacto brutal en la realización de PCR, que se han desplomado a un tercio respecto de las semanas precedentes en algunos lugares.
 
Por supuesto que existen y existirán dudas sobre la adecuada notificación a Salud Pública de los test rápidos. Es como si pretendiéramos establecer una notificación obligatoria a los test de embarazos. Simplemente, pretender poner puertas al campo.
 
Y hay un aspecto no menor que insinuaba al principio. El SARS-CoV-2 es un microorganismo calificado por la Comisión Europea como del grupo de riesgo 3 (en múltiples intervenciones he sostenido que es del grupo 4). Pues bien, los “bichos” del grupo 3 se manejan obligatoriamente en cabina de seguridad biológica de clase II, en un laboratorio de microbiología. Así se hace con las muestras para PCR hasta su inactivación. ¿Nadie de los Servicios de Prevención de Riesgos Laborales tiene opinión al respecto de la bioseguridad de estos test rápidos? Me sorprende que la enfermería en su conjunto esté aceptando su realización sin objeciones y me escandaliza que se esté planteando su realización en las oficinas de farmacia.
 
Por favor, no dejen de hacer PCR cuando sean precisas, a pesar de la novedad diagnóstica, cuya utilidad existe y no se niega, pero no es la panacea.
 
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