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Dr. José María Borrel: «Contra el maltrato al anciano»

El Día Mundial de Toma de Conciencia del Abuso y Maltrato en la Vejez, que se celebra hoy miércoles, es la referencia de este artículo firmado por el Dr. José María Borrel, presidente del Colegio de Médicos de Huesca, y publicado en el Diario del Altoaragón, en defensa de los ancianos víctimas de malos tratos. Como señala el Dr. Borrel, no es un problema de unos pocos ni que competa en exclusiva a sectores profesionales concretos. "Es una lacra, en aumento que debe implicarnos a todos los ciudadanos"

Este miércoles, 15 de junio, por quinto año consecutivo, conmemoraremos el Día Mundial de Toma de Conciencia del Abuso y Maltrato en la Vejez, instituido por decisión de la Asamblea General de Naciones Unidas. Si ha habido que llegar a este punto es sencillamente, no solo porque se produce ese maltrato, sino porque afecta a decenas de millones de ancianos en el mundo. En muchas partes el maltrato de los ancianos pasa casi inadvertido, y había que aflorarlo.

 
En 2012, Ban Ki-moon, Secretario General de la ONU, manifestaba que «al conmemorar este Día por primera vez, reafirmamos en conjunto que los derechos humanos de las personas mayores son tan absolutos como los de todos los seres humanos». De ningún modo la regresión fisiológica propia de la edad les hace inferiores. 
 
Esta forma de maltrato la podemos definir como “un acto único o repetido que causa daño o sufrimiento a una persona de edad, que se produce en una relación basada en la confianza, y en ausencia de medidas apropiadas para evitarlo”.
 
Como vemos, y de modo similar a los casos de violencia infantil y de género, el maltrato a los mayores se produce en la mayoría de los casos dentro del ambiente familiar, en el propio hogar. Al estar aislado en ”el interior de los muros del domicilio”, se hace invisible y difícil de detectar. No obstante, tampoco es exclusivo del círculo familiar más íntimo, en ocasiones nos encontramos con centros especializados, por fortuna los menos, en donde es habitual esta práctica, y es que son múltiples las formas de agredir a las personas mayores, y por ello hay que afinar mucho para llegar a descubrirlo y de ese modo poder atajarlo.
 
¿Qué mueve a esta barbarie? Seguramente es que molestan las personas mayores, ya que requieren una serie de cuidados y atenciones que al parecer interfieren con nuestros planes individuales. No estamos dispuestos a que una persona ya en la fase final de su vida venga a alterar nuestros planes de bienestar. Ni aunque sea la propia madre o el propio padre. El egoísmo nos hace olvidar los cuidados recibidos anteriormente.
 
Sí, ciertamente la sociedad ha cambiado, el trabajo lo tiene que buscar la pareja fuera de casa, y no disponemos del tiempo preciso para atender todo lo que tenemos en el hogar. Pero también es cierto que esta misma sociedad pone a disposición de sus ciudadanos recursos que antes no había, para afrontar estos cambios. Nada puede justificar un maltrato.
 
Y los abusos pueden adoptar diversas formas, como el maltrato físico, psíquico, emocional o sexual, además del abuso de confianza en cuestiones económicas. Podrá ser asimismo por acción o por omisión, ya que puede ser consecuencia de una negligencia, intencionada o no, expresada en forma de abandono o falta de prestación de los cuidados básicos imprescindibles, que esa persona no es capaz de proporcionarse por sí misma, debido a su dependencia o por el deterioro funcional propio de su edad y de sus enfermedades.
 
Este deterioro, esta dependencia, son elementos de riesgo, favorecedores del maltrato, como lo son las alteraciones cognitivas, la presencia de alcohol o drogas en el hogar, el ambiente familiar ya previamente hostil o problemática laboral que afecte al agresor. Aquí juega un papel muy importante la pasividad de quien lo observa en silencio. Esa complicidad en ocasiones tiene su origen en violencia familiar previa en otro ámbito, pero tampoco siempre, la complicidad aparece también de forma activa, por mutuo acuerdo o tolerancia. Hay que tener en cuenta que el anciano agredido quizás domine todavía los resortes económicos de la familia y de la propia vivienda, y los agresores tengan otras aspiraciones al respecto.
 
Cuando es dentro de una institución, los factores de riesgo suelen relacionarse con baja formación profesional y moral del personal cuidador en cuestión, o con intereses económicos de la titularidad, que reduce costes en personal y en cuidados para incrementar beneficios.
 
El maltrato físico se traduce en golpes de todo tipo, bofetadas, tirones de pelo, quemaduras…, todo tipo de situaciones que podamos imaginar. En ocasiones no se recurre a esto porque deja huella y se lleva la violencia hacia la amenaza, coacción, insulto, vejación, desprecio, abandono. Se busca generar miedo en el anciano, hundir su autoestima, llevarle a sentir que no es nada, que está a merced del agresor. No deja lesiones corporales pero produce un dolor moral tan grande como en el caso de la agresión física.
 
Una situación especial dentro de todo lo anterior es el mismo abuso sexual, agresión del que también es víctima la persona mayor, como casi siempre de forma mayoritaria la mujer, y que pone en evidencia hasta donde es capaz de llegar el ser humano en su depravación. Pensaremos en este caso que se dará más en instituciones pero no la descartemos en el propio entorno familiar.
 
Antes mencionaba que el maltrato puede ser consecuencia de la omisión, del abandono en el cuidado de la persona dependiente o con limitaciones. La falta de higiene, la desnutrición, la deshidratación, la falta de administración de la medicación necesaria, son signos de alerta que ponen en aviso para llegar a descubrir estas situaciones. Cuando la agresión es física, los hematomas, arañazos, lesiones difícilmente justificables o repetidas, son las que nos deben hacer sospechar.
 
Como también decía, con frecuencia hay un trasfondo económico a nivel familiar. La cuenta bancaria del anciano disminuye, no le llega ni un euro de su pensión, se falsifica su firma, se venden propiedades, se cambia el testamento o sus voluntades, e incluso repentinamente aparece uno de los familiares con un inusitado interés por hacerse cargo de su cuidado. Aparece en un momento dado por la residencia diciendo que se quiera hacer cargo de él, que se lo quiere llevar a casa. Cuando menos hay que sospechar de la situación. 
 
Al producirse todo lo ralatado dentro de un círculo bastante íntimo y basado en la absoluta confianza, con un perjudicado en general indefenso, o con el nivel de conciencia disminuido, o al que ya por el hecho de ser mayor le hemos privado de su capacidad de opinar, deberá ser desde fuera desde donde haya que intervenir para su protección. Y hemos visto que hay un muro de separación…
 
No hay que estar permanentemente sospechando de todo lo que se mueve alrededor del anciano, pero sí que debemos valorar las sucesivas demandas de atención sanitaria, repetidas o cambiantes, con lesiones extrañas, o demanda tardía de atención, con alteración del estado de ánimo o sensación de temor, o cuando el familiar o cuidador impiden que dé su opinión…, son muchos los detalles que han de tenerse en cuenta.
 
El papel del Médico de atención primaria vuelve a ser muy importante, como también lo es el del profesional del servicio de urgencias, del geriatra y de otros que tengan que interpretar un determinado mecanismo lesional. Desde los servicios sociales se cumple una labor vital en este terreno. Son sus profesionales quienes muchas veces, por su contacto directo, observan señales de alarma, y acuden a los servicios sanitarios en demanda de información o simplemente a pedir la colaboración para confirmar o desmentir las sospechas.
 
La sospecha fundada debe llevar a la denuncia, y el ministerio fiscal velará por el interés de la persona desamparada, esté incapacitada legalmente o no. En otro orden de cosas está la obligación de proteger siempre al débil, sea mujer, menor, anciano o discapacitado, colectivos todos ellos víctimas habituales de violencia sociofamiliar.
 
Nuevamente, no es un problema de unos pocos ni que competa en exclusiva a sectores profesionales concretos. Es una lacra, en aumento, que debe implicarnos a todos los ciudadanos. No olvidemos nunca, y ya desde un plano puramente egoísta, que nuestra aspiración es llegar a esa senectud, lo que nos puede convertir en los actores principales, que algún día lleguemos nosotros a ser los protagonistas de la tragedia, las víctimas del abuso. 
 
Entre todos, si queremos, debemos proteger al anciano y podemos desenmascarar al agresor.
 
Artículo del Dr. José María Borrel Martínez , Médico de Familia. Centro de Salud de Ayerbe Presidente del Colegio Oficial de Médicos de Huesca, publicado en el Diario del Altoaragón
 
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