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Dr. Jacinto Bátiz: “Cuando alguien falta en Navidad”

El Dr. Jacinto Bátiz ofrece en este artículo, publicado en el Diario "El Correo", una serie de recomendaciones con el fin de ayudar a sobrellevar, en estas fechas navideñas, la pérdida de seres queridos, enfocadas, sobre todo, a grupos sociales más frágiles como pueden ser niños y ancianos

 

 

Dr. Jacinto Bátiz. Jefe del área de Cuidados Paliativos. Hospital San Juan de Dios de Santurtzi
 
Existen varias causas por las que personas queridas pueden faltar en el ámbito familiar durante la Navidad, fechas entrañables en las que es costumbre reunirse en el calor de la familia. Pero yo voy a referirme en este artículo a cuando alguien falta porque la muerte le ha apartado de nosotros. ¿Qué ocurre en este caso en Navidad? Cuando llega la Navidad se hacen más dolorosas las pérdidas, por eso es normal que para quienes la viven de esta manera, la Navidad produzca cierto dolor. La tristeza y la pena por la pérdida de un ser querido suele provocar la expresión “no me gusta que lleguen estas fiestas”. Es el momento en el que se nota más el vacío y es más profundo el dolor por la pérdida. 
 
La muerte de un ser querido es la experiencia más desgarradora en la vida de las personas. En entonces, cuando estas personas doloridas por la pérdida necesitan también nuestra ayuda. Los que trabajamos en Cuidados Paliativos tenemos muy presente que nuestra labor no termina con el fallecimiento del enfermo sino que debemos continuar apoyando a la familia que ahora sufre por la pérdida de su ser querido. 
 
La muerte, la pérdida de los seres que nos rodean, desencadena inevitablemente una reacción de dolor, de ausencia, que provoca en nuestro cuerpo y en nuestra mente un conjunto de fenómenos de adaptación: es lo que se denomina duelo. Este dolor por la pérdida es un mecanismo natural por el que encauzamos el sufrimiento y la aflicción que sentimos. Además de ser un fenómeno natural, es necesario para que nos adaptemos a la pérdida que hemos sufrido. Es un proceso mediante el cual asimilamos los sentimientos negativos ocasionados por la experiencia traumática de la muerte de un ser querido y cubrimos finalmente el vacío dejado por el ausente. 
 
El duelo es un proceso de cambio en el que tenemos que tener en cuenta que con la muerte termina una vida, pero no una relación; una relación que se modifica y pasa de ser una relación de presencia a una de ausencia. Es por eso que la desaparición de alguien a quien amamos no nos obliga a su olvido. Esto nos lo recuerda Paulo Daniel Acero cuando escribe: “el proceso de duelo no es un proceso de olvido, sino de aprender a recordar sin dolor”.
 
Quisiera repasar en lo que resta de artículo, cómo viven las pérdidas los dos grupos más frágiles de la sociedad, los niños y los ancianos, para que les podamos ayudar en las fechas de la Navidad.
 
Los niños son sensibles a la reacción y al llanto de los adultos cuando alguien ha fallecido, se dan cuenta de que algo pasa y les afecta. Por eso, no debemos apartarles de la realidad que están viviendo. Aunque resulta muy doloroso y difícil, es mejor informarles de lo sucedido lo antes posible, buscando el momento y el lugar adecuado. Les debemos explicar lo ocurrido con palabras sencillas y sinceras. Sea como sea la muerte, no sirve de nada que lo ocultemos porque tarde o temprano acabarán enterándose por alguien ajeno a la familia. Es mejor explicarles cómo fue y responder a sus preguntas. ¡Nunca debemos mentirles! Hemos de ayudarles para que expresen lo que sientan. Tenemos que tener en cuenta que los niños viven emociones intensas tras la pérdida de una persona querida. Si su familia acepta estos sentimientos, los expresarán más fácilmente y esto les ayudará a vivir de manera más adecuada la pérdida.
 
Tampoco debemos ignorar el duelo de una persona anciana. En el caso de las personas de edad avanzada que han perdido a su pareja y posiblemente lleven una serie de duelos vividos que les facilite entender cuál será su proceso, pueden percibir un mayor sentimiento de soledad debido a la pérdida paulatina de familiares y amistades. Por eso debemos tener presente que el sentirse acompañado favorecerá el proceso de recuperación por la pérdida sufrida. Es muy frecuente considerar que el duelo es menor cuando una persona mayor sufre la pérdida de un familiar cercano, bien sea un hijo, un nieto, un yerno, un sobrino, etcétera. Sin embargo, no es así porque cuando muere una persona joven suele pensar que la persona fallecida tenía más derecho que él a seguir viviendo. En esta situación es necesario entenderle y demostrarle nuestro cariño.
 
El duelo nos prepara para vivir sin la presencia física de la persona querida y mantiene el vínculo afectivo de forma que sea compatible con la realidad presente. Cuando se haya conseguido todo esto, el recuerdo habrá dejado de ser doloroso. El siguiente fragmento de un poema de Trossero nos ayudará a superar la usencia de la persona querida en Navidad: “cuando hayamos terminado de aceptar que nuestros muertos se murieron, dejaremos de llorarlos. Y los recuperaremos en el recuerdo para que nos sigan acompañando con la alegría de todo lo vivido”.
 
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