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Dr. Bátiz: “La Medicina del acompañamiento alivia la soledad de la persona enferma”

El Dr. Jacinto Bátiz, secretario de la Comisión Central de Deontología de la Organización Médica Colegial (OMC) y  director del Instituto para Cuidar Mejor del Hospital San Juan de Dios de Santurce (Vizcaya) analiza en este artículo el miedo a morir en soledad 

Las personas, sin duda, tenemos miedo a morir, pero ¿a qué parte de la muerte tememos más?. Algunas de las razones más comunes suelen ser: miedo al sufrimiento o al dolor, miedo al más allá después de la muerte, miedo a no haber dado sentido a su vida, pero sobre todo, miedo a morir en soledad. 

El síntoma más difícil de afrontar y de poder aliviar de quienes se encuentran en el final de sus vidas es la soledad. Las personas enfermas sufren de soledad, pero también necesitan de la soledad. La soledad buscada es una necesidad vital del hombre y constituye el fundamento de su identidad personal, y la soledad obligada se impone desde el exterior y significa la negación del mundo afectivo como afirma el filósofo F. Torralba en su libro “Antropología del cuidar”. Por lo que podríamos decir que la soledad desde el adentro es bella y la soledad obligada desde el afuera es dolorosa. El ser humano necesita la soledad interior para desarrollase íntegramente, pero también necesita protegerse de la soledad dolorosa para poder desenvolverse de un modo equilibrado. Yo voy a abordar en este artículo algunos aspectos para poder aliviar desde la medicina la soledad obligada de las personas que padecen una enfermedad que, en ocasiones, se acompaña de este síntoma y que puede llegar a ser un síntoma refractario.

Cuando la persona padece una enfermedad con un pronóstico funesto, siendo conocedora de su final y sufre por ello, necesita la afectividad del otro, siente la necesidad de desarrollar su mundo afectivo. Es en ese momento cuando  la experiencia de la soledad obligada, la experiencia del abandono es particularmente negativa y suele tener efectos muy graves en el estado anímico de la persona enferma. Es entonces cuando necesita sentirse que no es abandonado ni por los profesionales que le atienden ni por sus familiares y amigos, porque sentirse a salvo, estar acompañado y tener la conciencia de ello es fundamental para soportar la soledad física.

Cuando alguien prevé que estar ante sus últimas semanas o meses de vida, puede surgir una soledad que es distinta a cualquier otra. Una soledad que se siente en el interior, incluso estando rodeado de gente. En ese momento puede que haya muy pocas personas quienes realmente puedan acompañarle de tal forma que le ayude a aliviar su soledad. Pero un equipo de profesionales entrenado en un acompañamiento activo siendo expertos en hablar con familiaridad sobre el final de la vida, en administrar sus silencios o en escuchar y que sea capaz de conectar con el enfermo, será capaz de aliviar su sensación de intensa soledad.

En nuestra atención médica a una persona que se encuentra en la fase terminal de su enfermedad comprobamos que la cuestión de la soledad es esencial porque cuidar a un ser humano es, en primer lugar, estar con él, no abandonarle a la soledad dolorosa de su final. No debemos abandonar al enfermo como en ocasiones lo hemos podido hacer con esa expresión de ¡No hay nada que hacer!, o cuando no nos preocupamos por buscar soluciones a sus padecimientos, con el llamado “abandono terapéutico” empelando tratamiento insuficientes. La persona enferma desea tenernos a su lado con nuestro acercamiento humano para que le ayudemos en todos sus necesidades ahora que se encuentra al final de sus vida. Ha comprendido que la técnica ya no le es útil para curar sus enfermedad, pero tiene necesidad de las personas, de su familia, de sus amigos y de su médico. Necesita que le expliquemos lo que le va a pasar, necesita que no le engañemos, pero todo ello, con sensibilidad exquisita para que le ayudemos a comprender lo que necesita en esos momentos tan difíciles y únicos. 

Sabemos que quien padece una enfermedad ha querido, en ocasiones, estar a solas consigo mismo a lo largo de su padecimiento, pero cuando llega el momento de su final no quiere morirse solo. Entonces necesita sentirse acompañado, necesita sentirse querido. Por eso, nuestra manera de cuidarle es ofrecerle nuestra compañía; incluso, cuando el desea estar en silencio o está inconsciente porque continúa sintiéndonos junto a él, porque siente nuestra compañía. Acompañar a morir es una oportunidad de estar cerca de quien camina hacia su destino antes que nosotros. Es una buena ocasión para reflexionar sobre temas tan importantes como distinguir a lo largo de nuestra vida lo profundo de lo superficial, a valorar el tiempo, a valorar la familia, los amigos. Para cuidar en el final de la vida de las personas mientras llega la muerte, la mejor medicina que podemos ofrecer como profesionales competentes y como personas sensibles al sufrimiento de quien lo padece, es nuestra compañía. Esta medicina del acompañamiento demuestra su eficacia cuando se realiza y presenta nulos efectos secundarios. Nuestra compañía será el mejor medicamento para cuidar a la persona que se encuentra al final de su vida.

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