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Dr. Ares Camerino: “En vena”

El Dr. Antonio Ares, delegado territorial de Bahía de Cádiz del Colegio de Médicos gaditano, explica en este artículo que las nuevas vacunas contra la Covid-19 son un ejemplo del mundo nanométrico

 “No habían transcurrido ni cinco segundos desde que sonó la alarma general y ya Pierre estaba a bordo de su nave LINFOCITO B-MODELO 5.0-N437X. Circulando a alta velocidad por arterias, venas y capilares lanzaba cantidades ingentes de Anticuerpos. En otro hangar linfático, Fleur a bordo de un LINFOCITO T-MODELO 3.0-X389B, siguiendo el mismo recorrido, expulsaba gases letales contra bacterias ajenas. Detrás de ellos legiones de soldados de infantería del Ejército de la casta de Macrofagolandía se encargaban de limpiar el campo de batalla”.

Así transcurría uno de los episodios de la serie animada francesa “Il était une fois…la vie”, emitida en España con gran éxito en 1979, bajo el título “Erase una vez… la vida”.

Han pasado cuarenta años y la nanotecnología aplicada a las ciencias biomédicas empieza a dar sus resultados. Como ocurriera con las obras maestras de la literatura juvenil del escritor francés Jules Gabriel Verne (Nantes 1828-Amiens 1905), la ficción da paso a la realidad. Lo bueno de muchos deseos es que se pueden hacer realidad.

Las nuevas vacunas contra la Covid-19 son un ejemplo del mundo nanométrico. Una dosis de vacuna contiene decenas de billones de fragmentos de ARN Mensajero protegidos dentro de esferas de grasas de un tamaño 400 veces menor que el de un pelo. En esta nave lipídica, por el sistema linfático, circula el mensaje, que llegará a las células dendríticas. Éstas se encargaran de fabricar la Proteína S, llave del SARS2-Covid para entrar en nuestras células. Ello provocará que los linfocitos CD4+T, CD8+T y los B identifiquen las células infectadas de coronavirus e inicien su destrucción masiva.

La genial idea la tuvo la bioquímica húngara Katalin Kakiró afincada en Estados Unidos. Después de cuarenta años de investigación, su trabajo ha dado sus frutos. Su hipótesis de trabajo se basaba en la idea de usar las propias células del cuerpo humano para fabricar el “medicamento” necesario para la enfermedad en cuestión. Como una industria farmacéutica a escala nanométrica dentro de nuestro propio organismo. Por nuestras venas circularían los agentes sanadores. Por nuestro torrente sanguíneo fluirían los remedios. Para ello debería utilizar el ARN Mensajero, el encargado de hacer el envío exacto de nuestro código genético y de salir al exterior de las células con la receta individualizada y validada. Durante sus arduas investigaciones incluso llego a tener problemas de financiación. El éxito obtenido ha disipado dudas. Ojalá los fondos públicos y privados apoyen de manera rotunda y duradera este nuevo camino de la Ciencia Médica. Incluso investigadores de la competencia claman para que a ella le sea concedido el Nobel de Medicina por su aportación inconmensurable al bienestar de la humanidad. 

La nueva técnica puede ser empleada en el tratamiento de enfermedades oncológicas, como de hecho se ha probado con determinados prototipos usados con experimentación animal. Identificar a las células malignas para que sea el propio organismo el que se encargue de destruirlas puede ser una buena alternativa. Conseguir que el cuerpo fabrique elementos reparadores ante el daño ocasionado puede ser la respuesta acertada a muchos males.

Habrá un tiempo en que nuestra Oficina de Farmacia será tan individualizada que la portaremos en nuestro interior. Llegará el día en que un simple mensaje en forma de pequeñas cadenas de ribosa, fosfatos y bases de adenina será suficiente para que nuestro organismo se ponga  a fabricar la deseada sustancia sanadora. Sin efectos secundarios, sin reacciones adversas, sin contraindicaciones. “Pierre y Fleur” pueden llegar a ser los líderes que nos hagan ganar la madre de todas las batallas ante la Enfermedad.

Dice el acervo popular español que “de la necesidad se debe hacer virtud”. La emergencia sanitaria mundial ha venido a demostrar que existen los recursos, hay la suficiente ciencia, y sobre todo poseemos a preciados profesionales e investigadores capaces de dar soluciones a los problemas de salud de la humanidad. Lo que a veces falta es la presión suficiente, el clamor insistente de la población, que a veces piensa que el asunto en cuestión le queda lejos, y sobre todo el interés de los poderosos para hacer un mundo mejor, más saludable y con personas algo más felices.

Estamos en el inicio de un nuevo camino. ¡Ojalá que no sea tortuoso!

 
 

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