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Dr. Altisent: “Sanidad: ¿valoramos lo que tenemos?”

El Dr. Rogelio Altisent, director Cátedra de Profesionalismo y Ética Clínica de la Universidad de Zaragoza, analiza en este artículo la trayectoria del modelo sanitario español y explica la falta de debate social sobre los cambios que nuestra sanidad necesita para sostener un modelo que “es magnífico, pero de mal pronóstico si no recibe el adecuado tratamiento”

En España tenemos un sistema sanitario que a menudo es objeto de elogios.  Luego cada ciudadano tendrá su propio relato de la satisfacción que ha experimentado por la atención recibida, con luces y sombras, a veces con un inevitable componente de contingencia (lotería biológica y social). En cualquier caso, el saldo del modelo sanitario español es muy positivo si se tiene la perspectiva de su evolución desde hace algo más de 30 años cuando se promulgó la Ley General de Sanidad.  

Tenemos una red consolidada de centros de salud que garantiza una atención sanitaria de proximidad a toda la población y en todo el territorio, sin diferencias y con igualdad de derechos, sea cual fuere el grado de necesidad y el nivel socioeconómico del paciente. El centro de salud es la base de operaciones para un equipo de atención primaria constituido por profesionales de medicina y enfermería, que todo ciudadano puede tener adjudicados de manera nominal.  Estos equipos cuentan con el correspondiente personal administrativo, auxiliar y de trabajo social, contando también con servicio de matrona y fisioterapia. Todo ello constituye una malla de protección para la población de enorme valor ético.

Por otro lado, contamos con unos hospitales  de reconocido prestigio tanto asistencial como científico, que disponen de medios sin apenas límites. Y unos servicios de urgencias que tienen las puertas abiertas sin restricción y una masificación endémica.

Nuestro sistema sanitario es paradójico. La oferta de total accesibilidad y la progresiva ampliación de prestaciones sin establecer prioridades, deja a los visitantes de otros países avanzados con unos ojos como platos cuando se comparan con sus respectivos sistemas. Nos dirigimos orgullosos hacia el colapso. Los síntomas de agotamiento del sistema son evidentes viendo las crecientes listas de espera para acceder a consultas e intervenciones.

El propósito de este comentario es llamar la atención sobre la falta de debate social sobre los cambios que nuestra sanidad necesita para sostener un modelo que es magnifico pero de mal pronóstico si no recibe el adecuado tratamiento. No se escucha a ningún político plantear priorizaciones en sanidad porque probablemente sería quemado en la hoguera por su propio partido, pero alguien debería decir la verdad: por esta senda llevamos a nuestro querido Sistema Nacional de Salud hacia el precipicio, porque no se pueden ampliar los presupuestos sin límite, al menos en este planeta.

Desde hace varias legislaturas se observa falta de impulso en las formaciones políticas para abordar aspectos que requieren reformas valientes, como son: modernizar la gestión de las instituciones sanitarias,  fomentar el reconocimiento de los profesionales, mejorar la atención domiciliaria de los pacientes en fase avanzada o desarrollar los cuidados paliativos con estándares europeos. Nadie duda de que hay que aumentar la inversión, pero expertos en gestión y economía de la salud también sostienen que con los mismos recursos se podrían lograr muchos mejores resultados.

Hay que ser justos reconociendo que en los últimos años se han hecho algunos progresos relevantes, por ejemplo en la receta electrónica o en la interconsulta digital. Sin embargo, debemos llamar la atención sobre la lentitud con que la sanidad pública incorpora las innovaciones organizativas que funcionan en otros sectores desde hace años.

Los comités de bioética autonómicos de España han hecho una declaración sobre “Ética y responsabilidad en la sostenibilidad del Sistema Nacional de Salud”, que los partidos políticos deberían considerar, donde se hacen sugerencias cargadas de realismo, dirigidas a todos los agentes implicados: profesionales, gestores, ciudadanos, proveedores y medios de comunicación. Es necesario hacer pedagogía social para promover la actitud de que hacer sostenible la sanidad nos concierne a todos. 

Es necesario innovar. Porque, además, un incremento de recursos sin las adecuadas reformas podría no mejorar los resultados. Solo si sabemos valorar lo que tenemos seremos capaces de tomar medidas para garantizar su conservación.

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