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Agresiones y denuncias ¿Qué nos está pasando?

El Dr. Manuel Fernández Chavero hace un reflexión sobre el amplio número de agresiones a profesionales sanitarios y cuestiona que a pesar de las leyes y las denuncias es necesario potenciar la educación y la sensibilización en la ciudadanía hacia una profesión humanista basada en ayudar, curar y atender al enfermo. En su opinión y ante esta compleja situación cuestiona que "los médicos estamos en manos de la sociedad, por tanto si la sociedad quiere médicos tendrá médicos pero si quiere obreros de la sanidad tendrá obreros. Lo triste y desalentador es que una buena parte de la sociedad no sabe lo que quiere" – asegura..

Siempre he estado en el convencimiento de que una sociedad que pretenda tapar con leyes las grietas de una mala educación es una sociedad equivocada. Nos ha sucedido con la Violencia de Género y nos está pasando con las leyes y normas que pretenden disminuir las agresiones a médicos. Nos han elevado a la categoría de Autoridad Sanitaria en la quimera de que un título sobrevenido ayudará a reducir la agresividad y la violencia que se ha instalado en la sociedad. Aunque no es menos cierto que penar a los que infringen las leyes es al menos más justo que la  impunidad.

El pasado día 14 de marzo de 2019 se presentó en la Sede de la Organización Médica Colegial ( OMC), con motivo del Día Nacional contra las Agresiones a Médicos, el estudio del Observatorio Nacional de Agresiones a Médicos correspondiente al año 2018. Sólo mencionaré dos cifras. El número total de agresiones en España fueron 490. De las cuales 26 corresponden a Extremadura. Exactamente el 4.61 por mil del total. Los extremeños somos los más agredidos de España tras Melilla (27 por mil) y Cantabria (4.86 por mil).

¿Si ejercemos una profesión basada en ayudar, atender y curar al enfermo y somos denunciados y agredidos donde está el error? ¿Qué está pasando? ¿Qué nos está pasando?

En el estudio de la O.M.C podemos leer:

“La OMC reitera que muchos casos de agresión tienen relación con situaciones como la masificación de consultas y de las urgencias, la falta de equidad en la atención sanitaria, el aumento de las listas de espera, el problema de recursos humanos y a la precariedad laboral de los profesionales y considera obligado que sean comunicadas por cualquier vía y no permanezcan impunes comportamientos y actitudes no tolerables en una relación médico-paciente de calidad.”

También nos dice la OMC: “La concienciación a los profesionales que trabajan en el entorno de los servicios de salud, la cooperación con las Administraciones públicas -Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social, Ministerio del Interior, Ministerio de Justicia, Consejerías de Salud de las Comunidades Autónomas, Fiscal General del Estado, Fiscalías y Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado – y la sensibilización de la sociedad en general ante este grave problema, ha sido de gran ayuda para abordar esta lacra que requiere de la unidad de todos”.

Sin duda son medidas necesarias, útiles, obligatorias y emanadas de un profundo estudio de la situación. Pero vuelvo al principio de este escrito: una sociedad que pretenda tapar con leyes las grietas de una mala educación es una sociedad equivocada.

A veces somos condescendientes con nosotros mismos y hablamos de mala educación dando por hecho que hay educación aunque sea mala. Pero quizás la realidad es que vivimos en una sociedad donde muchos de sus miembros simplemente no tienen educación.

Creo que la solución no va a salir nunca de nosotros. La solución está en esta misma sociedad que al tiempo que nos necesita y nos respeta también nos insulta y nos agrede. Los médicos estamos en manos de la sociedad. Por tanto si la sociedad quiere médicos tendrá médicos pero si quiere obreros de la sanidad tendrá obreros. Lo triste y desalentador es que una buena parte de la sociedad no sabe lo que quiere.

Tenemos la profesión más grande de todas. Pero en esa grandeza lleva implícita su enorme vulnerabilidad y debilidad. La grandeza de la Medicina es la atención al enfermo, a la persona que sufre, y precisamente la persona que sufre es nuestro tendón de  Aquiles. Los políticos lo saben y también los agresores y por eso unos nos explotan y los otros nos agreden y unos y otros nos humillan. Porque saben que nuestra vocación, nuestra deontología y sobretodo, y por encima de todo, nuestra ética individual  nos inhabilita a nosotros mismos frente al enfermo, la persona que sufre. Saben que nunca dejaremos de ser médicos ni de comportarnos como médicos. Esa es nuestra grandeza y nuestra debilidad. Pero cuanto mayor es nuestra grandeza y nuestra debilidad mayor es la miseria moral de quien las utiliza para hacernos daño.  

Hay que ser profesionales cívicos en una sociedad de ciudadanos cívicos y para ello el camino es la educación en la familia, educación e instrucción en las escuelas, educación laboral, educación social, educación espiritual. El tratamiento curativo es la educación. El tratamiento paliativo son las leyes.

La Medicina no es un oficio sino una profesión, una profesión humanista; de una tremenda carga moral y ética. No hay mayor interrelación entre seres humanos que la que se deriva del acto médico. Siempre he pensado que el médico es médico porque atiende al enfermo y el enfermo debe saber que disfruta de ese privilegio porque hay personas que entregan su vida en esa atención. La relación médico paciente ha de estar basada en la confianza mutua, respeto mutuo, necesidad mutua y agradecimiento mutuo.

Se están formando generaciones de médicos de un extraordinario bagaje académico que les ha tocado vivir  en una sociedad hipermedicalizada, hosca, agresiva, exigente, consumista e instalada en la certeza de que todo tiene cura, exigiendo al médico permanentes respuestas y soluciones cuando, en muchas ocasiones, no queda más que el consuelo; mirando cada acto médico con lupa para ver si se ajusta a la praxis médica y está en consonancia con una pericia actualizada. La informatización, internet, las grabadoras, nos mantienen ante la sociedad en un examen que no tiene fin.

No hace mucho tiempo la Revista AMA me otorgó el privilegio de publicarme una entrevista. Se me preguntaba por varias cuestiones y entre ellas algunas en  relación con la judicialización de la Medicina y efectivamente a nadie se le escapa que estamos asistiendo a un deterioro progresivo en la relación médico- paciente y en la relación paciente-sistema. 

Se me preguntaba cuáles eran a mí entender las claves para evitar dicha judicialización. Es mi opinión personal que las claves son recuperar las cuatros patas que sustentan el edificio de la relación médico-paciente: Confianza mutua, respeto mutuo, necesidad mutua y agradecimiento mutuo. Pero añadía un quinto punto que considero esencial: Los médicos debemos de aprender a pedir perdón. Cuando a un paciente, o a su familia, tras un error, le sabemos pedir perdón con humildad y sinceridad, disminuimos las posibilidades de una denuncia o una agresión a unos niveles casi insignificantes. La gente, la inmensa mayoría de la gente, son buenas gentes. Y esa buena gente perdona el fallo, el error involuntario o bien intencionado, pero lo que no perdona es la soberbia, la mala educación, la grosería o la petulancia. 

La judicialización ha traído consigo como consecuencia más inmediata la medicina defensiva. Una medicina alejada de la lex artis y la buena praxis, ruinosa para el sistema, vergonzante para quien la ejerce y nociva para los enfermos. Otra consecuencia dramática será que aleje de puestos asistenciales a extraordinarios profesionales por el solo motivo de no querer o no poder trabajar con miedo.

Toda agresión, física o verbal, es siempre indeseable en sí misma. Pero hay circunstancias en nuestra actividad asistencial en la que podemos ser un daño colateral en  situaciones de excepcionalidad. El paciente enajenado por un dolor insoportable ante la muerte inesperada y súbita de un ser querido; el drogadicto fuera de si por un síndrome de abstinencia incontrolable; el paciente psiquiátrico en un brote psicótico e incluso apurando mucho esos parásitos del sistema cuando ven peligrar la perpetuidad de su baja laboral. 

Pero lo inadmisible desde cualquier punto de vista es la incitación a la agresión, cuando no al secuestro, por parte de Instituciones Públicas que han de ser garantes del comportamiento y modales cívicos de la sociedad y de los ciudadanos.   

Frente a estos despropósitos siempre debemos tener y exigir el cobijo de nuestros Colegios de Médicos y de nuestra Organización Médica Colegial. Cuanto más fuerte sea nuestra estructura corporativa mejor asesorados y protegidos estaremos.

Nadie está exento de verse envuelto en un proceso judicial o en una situación de agresión y humillación pero si respetamos la relación médico-paciente, aprendemos a escuchar, aprendemos a informar, adecuamos nuestra conducta y nuestros modales a unas relaciones interpersonales basadas en el respeto, la educación y la deferencia y aprendemos a pedir perdón cuando corresponda estaremos caminando en la buena dirección.

Ejercer la Medicina en medio de esta jungla, anulando o minimizando el riesgo a denuncias, insultos y agresiones, y poder sobrevivir sin perder el don de la vocación y el patrimonio de nuestra autoestima, nos obliga a una formación en valores; tenemos que especializarnos en Relaciones Humanas; en todos esos conceptos de empatía, asertividad, modales, comportamientos, comunicación y un largo etc. 

Actualmente en Badajoz estamos asistiendo a la esperanza colectiva de ver nacer una nueva Facultad de Medicina. Si el sueño se hiciese realidad habría que preguntarse por dónde debemos empezar su construcción: Si de fuera a dentro con un edificio magnifico o de dentro a fuera con una sólida formación humanista. 

Pues sea esta ilusión por una Facultad nueva la que me permita hacer un ruego a todas las Facultades de Medicina: Impliquemos a los estudiantes, a los médicos del futuro, en la Formación Científica, en el Derecho Sanitario y en todos aquellos aspectos que faciliten y optimicen su futura labor asistencial pero facilitemos de manera especial la formación y el compromiso en los Valores Éticos que les ayuden a alcanzar la excelencia; divulguemos la Deontología como marco de nuestro quehacer entre nosotros, de nuestro compromiso con el paciente , con la sociedad y con el progreso científico y moral. Hagamos Profesionales Cívicos.

Hace escasas fechas llegó a mis manos el libro “Filosofía para Médicos”, de Mario Bunge. El autor se pregunta:

Qué es la Medicina: Ciencia Aplicada, Técnica o Arte?  ¿Qué Filosofía Moral debe guiar el ejercicio de la Medicina?”

¿Cómo puede ayudar o perjudicar la Filosofía a la Medicina? Aunque un médico pretenda que la Filosofía le aburre, de hecho filosofa todo el día. En efecto, cuando razona bien practica la Lógica; cuando da por descontado que los pacientes, enfermeras y farmacias existen fuera de su conciencia, practica el Realismo Ingenuo; cuando supone que también los genes y los virus son reales aun cuando no se los perciba, adopta el Realismo Científico; cuando rechaza la hipótesis de que las enfermedades son de índole y origen espirituales, suscribe una concepción naturalista del mundo; y cuando presta su ayuda aun sin tener la seguridad de cobrar, practica una Filosofía Moral Humanista”. 

Esta Filosofía Moral Humanista que menciona Mario Bunge ha de ser la clave de bóveda de nuestra Facultad. 

Estoy en el convencimiento de que mi Colegio, el Ilustre Colegio Oficial de Médicos de la Provincia de Badajoz, siempre comprometido con la salvaguarda de la dignidad profesional, el apoyo al colegiado y al ciudadano, en la excelencia profesional, en la formación continuada y en el cultivo de valores es y seguirá siendo siempre, con total seguridad, el amparo, el asilo, la casa, la esperanza y la defensa de sus médicos en esta tierra donde somos los terceros más agredido de España.

 

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