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In Memoriam, Dr. Juan Miguel Cía Ruiz, secretario del Colegio de Médicos de Álava

El Dr. Miguel Gutiérrez, vicepresidente del Colegio Oficial de Médicos de Álava (ICOMA) y compañero del Dr. Juan Miguel Cía Ruiz, fallecido el pasado sábado, 18 de enero, repasa la figura del secretario de la corporación alavesa a través de este obituario. La Junta Directiva, la Comisión de Deontología y los empleados del ICOMA a través de un comunicado han trasladado sus condolencias a la familia y amigos y para mostrar todo su cariño y agradecimiento por el trabajo realizado durante todos estos años

Secretario del ICOMA desde 2015
 
Nacido 8 de julio del 1949 en Beasain (Gipuzkoa), estudió Medicina en la Universidad de Zaragoza obteniendo su licenciatura en 1974, tras lo que inició su residencia en la especialidad de Medicina Interna. Fue el creador del servicio de Hospitalización a Domicilio en Araba/Álava, siendo el Jefe de Servicio hasta su jubilación en 2014. 
 
Entró en la Junta Directiva del ICOMA en noviembre de 2005 cuando la lista liderada por Kepa Urigoitia ganó las elecciones colegiales. Desde entonces y hasta la fecha, ha ejercido de forma ininterrumpida como secretario general del Colegio Médico alavés, tras las elecciones de 2009, 2013 y 2017.
 
IN MEMORIAM
 
Hace pocos días, nos dejó Juan Miguel Cía Ruiz, secretario del Ilustre Colegio Oficial de Médicos de Araba/Álava  desde 2005. El tema de la muerte es uno de los más difíciles de tratar en la medicina y en la vida. Implica para su cabal comprensión abordajes filosóficos, religiosos, espirituales, tanatológicos, artísticos, sociológicos, económicos y un largo etcétera.   
 
Al médico se le educa desde el primer año de la carrera en una filosofía que siempre tiende hacia la vida, a promoverla y preservarla. Los médicos hablamos poco de la muerte y solo cuando la vivimos con los enfermos o cuando nos afecta la experiencia en alguien muy cercano, como es el caso, nos percatamos de que  la muerte es la que le da un sentido de existencia a la vida y nos enseña a valorarla en una dimensión más objetiva: la de la finitud que nos hace simplemente humanos. 
 
En el quehacer diario de nuestro compañero Juan Cía fue muy importante su dedicación a la atención domiciliaria, experiencia en la que encontró muchas personas indefensas ante la situación de morir y familiares llenos de ambivalencia y culpa, a los que pudo orientar y dar sentido a la situación, guiando a los familiares en el manejo de sus propias vivencias y en el apoyo del enfermo. 
 
Su contacto con la realidad humana fue pleno.  La muerte digna de un paciente que ha sido adecuadamente conducido en su proceso es una de las situaciones más nobles del quehacer médico y en ello Juan fue sobresaliente. Su postura humana de humildad y rectitud, que despertaba admiración y cariño entre la gente, era bien conocida. Tenía un gran sentido de las relaciones humanas.  Si es importante morir con dignidad. Si abandonamos esta vida con dignidad, ¿Por qué hemos de lamentarnos? Juan era muy cordial cuando se establecía contacto con él, de humor fino, ironía elaborada y bastante carácter. Tenía su genio. Fue un gran trabajador y su dedicación a los enfermos y al colectivo médico fue intensa  y mantenida. Su labor será difícil de sustituir. 
 
Decir Juan Cía es decir compañerismo y bonhomía. Emulando la respuesta que Marañón dio en cierta ocasión a alguien que le preguntó qué “aparato” había hecho avanzar más a la medicina. Su contestación fue rápida, corta y esclarecedora, pues se limitó a decir: “la silla”. En efecto, la cabecera del enfermo ha sido y será siempre el lugar donde el aprendizaje de la medicina ofrece su mejor faceta: la de la realidad del enfermo y su enfermedad. Y en esto Juan fue catedrático. Decía también Marañón, “nadie más muerto que el olvidado”, porque, precisamente, con nuestro recuerdo hacia su persona mantenemos viva su llama y la luz que nos alumbra.  En este caso, su alto compañerismo y bonhomía, inmortalizan su recuerdo. Juan Cía Ruiz, Goian Bego
 
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