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Expertos concluyen que la donación como parte integral de los cuidados al final de la vida debe ser un estándar profesional en el que trabajar a corto y medio plazo

La primera mesa de la sesión científica “El médico en la donación y el trasplante de órganos: implicaciones éticas”, que se celebró el pasado viernes 17 de septiembre, versó acerca de “La donación como parte integral de los cuidados al final de la vida”, y la moderó la Dra. Heidi Stensmyren

Esta mesa contó con las intervenciones de: la Dra. Beatriz Domínguez-Gil, presidenta de la Organización Nacional de Trasplantes; el Prof. Francis L. Delmonico, presidente del grupo de trabajo de la OMS sobre donación y trasplante de órganos; el Dr. Dale Gardiner, clínico nacional para la donación de órganos del Reino Unido; y la Prof.ª Milka Bengochea, directora del Instituto Nacional de Donación y Trasplante de Células, Tejidos y Órganos de Uruguay (INDT). 

 
El tema de esta mesa era la donación de órganos como parte de los cuidados al final de la vida. En la toma de decisiones al final de la vida se deben tener en cuenta los valores y los principios de la persona, de modo que la donación debe ser parte integral de los cuidados al final de la vida del paciente. Ante una situación en la que un paciente fallece o lo va a hacer de manera inminente, si las circunstancias son compatibles con la donación de órganos, el profesional sanitario responsable debe considerar y posibilitar la opción de la donación, siempre que esta sea coherente con los valores de la persona. 
 
La doctora Beatriz Domínguez-Gil destacó durante su intervención que de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS) apenas se cubre el 10% de las necesidades globales de trasplante, y que “la COVID-19 ha tenido un profundo impacto en los programas de trasplante de prácticamente todos los países del mundo, de manera que la actividad global en 2020 disminuyó en aproximadamente un 18%”.
 
Asimismo, de acuerdo con la presidenta de la ONT, los factores que más determinan la potencialidad y la actividad de la donación entre países de similar desarrollo socioeconómico “es el tipo de decisiones que se toman en los cuidados de los pacientes al final de la vida”. Cuando un paciente fallece o va a fallecer de forma inminente, y si las circunstancias son compatibles con la donación de órganos “el profesional sanitario responsable debe considerar la opción de la donación y posibilitarla si es coherente con los valores de la persona”. De este modo, según afirma la doctora Domínguez-Gil, “esta práctica debería convertirse en un estándar profesional entendido como un beneficio global que comprende tanto aspectos clínicos como los valores, principios y preferencias de la persona”.
 
El profesor Francis L. Delmonico, explicó que “los programas de donación después de la determinación circulatoria de la muerte (cDCDD) se han desarrollado solo en un número de países”. El objetivo de esta Declaración de colaboración internacional es expandir cDCDD en el mundo. 
 
Por otra parte, añadió que “los países avanzan hacia la autosuficiencia en el trasplante y ofrecen a más pacientes la oportunidad de la donación de órganos”. Además, hizo hincapié en que la expansión de cDCDD “debería ser un componente de la consulta mundial propuesta de la OMS sobre la ciencia de la donación y el trasplante de órganos”. 
 
En la tercera intervención, que corrió a cargo del Dr. Dale Gardiner, el experto resaltó que la donación es plenamente beneficiosa para la sociedad, ya que los intereses comunes son “salvar el máximo número de vidas, proteger a los más vulnerables, y respetar la autonomía, incluidas las decisiones al final de la vida”. En cuanto al papel de los profesionales, estos deben “salvar vidas y mejorar la salud de los pacientes, asegurar un buen final de la vida, respetar los deseos del final de la vida de los pacientes y actuar ética y legalmente”. 
 
El doctor Gardiner también expuso las razones principales por las que la donación debe formar parte de los cuidados integrales al final de la vida, entre las que destacó que se brinda “un estándar de atención” que cualquiera desearía para sí mismo o para su familia, que “protege a los pacientes”, además del beneficio que supone “para otros pacientes de mi sociedad que lo necesitan”.
 
Finalmente, la Prof.ª Milka Bengochea, expuso que son necesarios los programas piloto para avanzar en el ámbito de la donación y el trasplante como parte de los cuidados integrales al final de la vida, que “proponen considerar y posibilitar la donación de órganos y tejidos de la persona que fallece (siempre que no hubiera una voluntad contraria previa) desde la perspectiva de la atención de derechos y exige la promoción de condiciones generales, materiales, de personal y organizativas para darle cumplimiento”.  
 
Para la profesora Bengochea, “la educación y capacitación necesaria” son componentes imprescindibles para el desarrollo de estos programas, y su implementación “requiere el análisis del marco ético, legal, técnico y educativo, así como de la viabilidad de aplicación de un nuevo protocolo que integre la DAC dentro los procesos de cuidados al final de la vida, en un contexto organizativo y asistencial particular”. 
 
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