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El Dr. Garrote aboga por educar a los MIR en la prevención de la iatrogenia

El secretario general de la OMC, Dr. Juan Manuel Garrote, ha defendido poner en marcha alternativas prácticas para prevenir los efectos adversos que se pueden producir derivados de la actividad sanitaria y, entre ellas, ha abogado por educar a los Médicos Residentes en el uso adecuado de los medios de diagnóstico y de los tratamientos

Así lo ha expuesto en la Jornada sobre Iatrogenia organizada por la propia corporación médica y la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (SESPAS) en el marco del congreso mundial Preventing Overdiagnosis, que se celebra en Barcelona y que finalizará hoy. 

En esta Jornada, celebrada ayer, en la que ambas entidades han avanzado en una Declaración conjunta para luchar contra la iatrogenia, el secretario general de la OMC ha manifestado que “no queremos quedarnos en una mera declaración de intenciones” sino dar “alternativas prácticas y útiles” ante un problema que provoca un “importantísimo perjuicio a la salud de los pacientes”.

Por ello, propone implementar la cultura en los jóvenes residentes de lo que puede suponer el mal uso de los medios de diagnóstico y de los tratamientos y aboga por que esto no solo sea responsabilidad de los tutores, sino de todo el engranaje asistencial de los hospitales y centros de salud. 

Recordó que el Código de Deontología Médica ya recoge estos aspectos en sus artículos 21 a 26 en los que se hace referencia al deber del médico de prestar a todos los pacientes una atención médica y calidad humana y científica y esto significa –dijo- que “las exploraciones complementarias no deben practicarse de manera rutinaria indiscriminada o abusiva” y que   “la medicina defensiva es contraria a la ética médica”.

En referencia a este último punto, el Dr. Garrote señalo que “la arbitrariedad a la hora de evaluar la cuantía de los daños derivados de una mala praxis no ayuda a erradicar esta forma de ejercer la medicina”, por lo que considera necesario un Baremos de Daños Sanitarios que “posibilite que el error sea compensado de forma adecuada y no arbitraria ni desmedida”.

También hizo referencia a que “el médico debe abstenerse de realizar actuaciones que sobrepasen su capacidad” y, en el caso que eso ocurra, deberá proponer al paciente que “recurra a otro compañero competente en la materia”. De igual manera, dijo que “si un médico observara que por razón de edad enfermedad u otras causas  se deteriora su capacidad de juicio o su habilidad técnica, debe pedir inmediatamente consejo algún compañero de su confianza para que le ayude a decidir si debe suspender o modificar temporal o definitivamente su actividad profesional.

Para el Dr. Garrote, tanto los residentes como cualquier médico deben de ser conscientes de que también “se puede provocar iatrogenia con un preciso diagnóstico o incluso con un sobre-diagnóstico, al considerar enfermedad a aquello que solamente es un riesgo de padecerla”. 

Y añadió que si a un mal tratamiento, una vez producido los efectos adversos, no se declara el incidente, también “se está cometiendo una falta deontológica”. “Ocultar los incidentes adversos –afirmó-, no registrándolos ni comunicándoselos a los pacientes, no solo es una mala práctica profesional, sino que además en un ejemplo de mala práxis para nuestros residentes”.

Tras resaltar que se producen efectos adversos en un 9% de la actividad que se realiza en Atención Hospitalaria, un 11% en Atención Primaria y hasta un 40% en cuidados intensivos, sin contar la distinta gravedad de sus consecuencias, según diversos estudios, hizo un análisis de las causas de estos efectos adversos, “posiblemente evitables”.

El Dr. Garrote clasificó los errores en dos grupos: los que se producen por un “desliz, olvido o desconocimiento” y los que son provocados por “descuido o despreocupación ante un proceder”. Los primeros –dijo- “ocurren inconscientemente al romperse la rutina mientras la atención está desviada y puede ser porque no se realice una correcta identificación  del problema” y los segundos están  determinados por “factores fisiológicos que derivan de la falta control de la atención,  por ejemplo, fatiga  sueño, enfermedades o estados de  emoción tales como frustraciones, ansiedad disgustos”.

Para el secretario general de la OMC, “todas estas preocupaciones desvían la atención”. Por un lado –añadió- una “sobrecarga laboral que trae como condiciones una fatiga en el desarrollo del trabajo que puede provocar errores y, por otro, la falta de continuidad del cuidado básico para el tratamiento de los pacientes ante el continuo cambio de médico por sustituciones continuas, algo que se produce más en Atención Primaria”. En su opinión, ambos situaciones conducen a una mayor posibilidad de creación de efectos adversos. 

Aludió a la responsabilidad que tiene el médico de denunciar todos aquellos errores o mal funcionamiento que se produzcan en la empresa o institución sanitaria para que se corrijan, con el objetivo de mejorar la salud de los pacientes. “Esto también es un deber ético, reflejado en nuestro Código de Deontología”, aseguró.

Independientemente de la responsabilidad directa del médico en los efectos adversos provocados de forma directa o indirecta, para el Dr. Garrote, es preciso “identificar factores estructurales que deben ser solucionados desde la óptica política y administrativa” y puso como ejemplo la distinta imagen que se utiliza   para un mismo medicamento o una misma imagen para distintos medicamentos, lo que se denomina “bioapariencia” que provoca “confusión en el paciente, no solo en el paciente mayor, sino en todos los pacientes”.

Por otro lado, habló de “esa presión interesada” de hacer enfermedades de factores de riesgo como tensión alta, colesterol por encima de la media, lo cual deriva en una “sociedad medicalizada y sujeta a vaivenes absurdos”. Y cuestionó que, por ejemplo, una bajada de 10 mm de mercurio en los parámetros de tensión arterial incremente en un millón de euros la factura de consumo de fármacos antihipertensivos y, todo ello, “sin una justificación científica de la bajada de parámetros”. “La sobre-diagnosis y la hiper-medicalización tiene más que ver con los brókeres de bolsa que con el cuidado de la salud”, añadió.

También hizo referencia a lo que denominó “carta blanca” que tiene todo tipo de acciones en la prevención, por la cual “podemos considerar a cualquier ciudadano como probable enfermo en el futuro”. Para el Dr. Garrote, en innumerables casos, “esto tiene mucho más que ver con el dinero que con la ciencia” y cuestionó la implantación de estrategias preventivas que “no tienen suficientemente demostrados sus beneficios”.

Aludió también los efectos iatrogénicos que se producen en el momento actual por la falta de reposición de médicos que se jubilan, la acumulación de consultas y/o el aumento de las listas de espera y a lo que se denomina 2ª víctima, aquel sanitario que, tras el impacto psicológico que sufre por la participación o autoría en un efecto adverso, queda menos capacitado para el normal ejercicio de la profesión.

Por todo lo expuesto, concluyó que “son múltiples los factores que debemos tener en cuenta para evitar la iatrogenia, es decir, las acciones sanitarias, ya sean clínicas, sociales o farmacéutico/instrumentales que provocan un importantísimo perjuicio para la salud de los pacientes y un gran quebranto económico para el sistema que, además, tiene como paradoja que se hace menos sostenible y menos equitativo”.

*Pie de foto: David Larios, Ricard Meneu, Bernardo Perea, Carlos Aibar, Beatriz González, Andreu Segura y Juan Manuel Garrote participaron en la jornada.

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