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Dr. Rogelio Altisent: «El duende de la Medicina»

El doctor Rogelio Altisente en este artículo, publicado en Diario Médico, ofrece una «oda» a la vocación del médico, muy necesaria, a su juicio, para «ser buen profesional de la medicina y a la vez disfrutar en su ejercicio

Madrid, 29 de abril 2013 (medicosypacientes.com)

 

«El duende de la Medicina»

Dr. Rogelio Altisent.
Responsable Cátedra de Profesionalismo
y Ética Clínica de la Universidad de Zaragoza

Los médicos somos gente un tanto extraña. Nos «pegamos» la vida estudiando. Pero, además, la mayoría aceptamos dedicar una parte de nuestro tiempo hogareño -horas supuestamente debidas a la familia y al descanso- para mantenernos al día. En la mayoría de las profesiones la formación continuada se incluye en el horario laboral y la empresa se hace responsable de su gestión y financiación. Estaría fuera del mundo real si en estos momentos quisiera plantear una reivindicación salvaje de esta cuestión. Pero acabo de releer el documento Los valores de la medicina en el Siglo XXI, publicado por la Organización Médica Colegial en 2008, donde se recordaba que la «función del médico no es sólo realizar tareas asistenciales; necesita también disponer de tiempo en su jornada laboral para la adquisición de nuevos conocimientos y habilidades, así como para la docencia y la investigación». Esto se plasmó posteriormente en el Código de Deontología de 2011, en el artículo 46, y es algo que debe ser conocido por la administración sanitaria al ejercer la responsabilidad de su tarea de gestión.

Sin embargo, en este breve comentario cambio el canal reivindicativo por una reflexión más próxima a la filosofía de la medicina. ¿Por qué nos sentimos cautivados por el compromiso hacia los pacientes y por la mejora asistencial con tanta facilidad, aún en escenarios adversos? Pienso que se debe a que la medicina tiene «duende». Recientemente he tenido la oportunidad de leer la conferencia que Federico García Lorca pronunció en 1933, en Buenos Aires, con el título Juego y teoría del duende, donde aplicaba a la música, la danza o la poesía la idea de que el «duende» es algo que sale de dentro y que se diferencia del «ángel» y de la «musa».

Yo pienso que el «duende» es sinónimo de vocación, y que la vocación es necesaria para ser buen profesional de la medicina y a la vez disfrutar en su ejercicio. Parafraseando a García Lorca, el «duende» es algo que sube por dentro y que a veces abrasa; pero no es la «musa» que inspira al poeta, ni tampoco es el «ángel» que deslumbra desde fuera. Es algo que se siente y pocos saben explicar.

Porque el «duende» se lleva en la sangre y es capaz de moverte. El «duende» hiere con herida que nunca cura y que, aunque te traspasa como un dardo, nunca mata. El «duende» tiene la magia de inyectar rubor adolescente en las mejillas de un viejo.

A mí me parece que quien tiene vocación para la medicina tiene «duende». Es lo que permite aguantar el cansancio y los sufrimientos de la carrera, y luego las adversidades del ejercicio profesional. Pero es también lo que te hace ser feliz y gozar con el trabajo bien hecho al servicio de cada paciente, sintiéndonos a la vez responsables del sistema sanitario.

Habrá quien se sonría displicente y no entienda este comentario. Pero seguro que otros comprenderán bien lo que quiero expresar. Hoy más que nunca necesitamos «duende».

 

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