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Dr. Luna Maldonado: «La información médica, una tarea inacabada»

En este artículo, el doctor Luna ofrece una serie de recomendaciones en lo que a la información médica se refiere. De ellas, destaca la no conveniencia de que la información al paciente sea dosificada y proporcionada por el profesional médico en la medida de las necesidades del enfermo, desde una actitud de respeto y del reconocimiento de éste como el objetivo del proceso

 

Madrid, 7 de octubre 2013 (medicosypacientes.com)

«La información médica, una tarea inacabada»
Dr. Antonio Luna Maldonado, miembro de la Comisión Central de Deontología Médica

El ejercicio práctico de ese deber-derecho que constituye la información sanitaria en el proceso asistencial, se sitúa en un contexto difícil en algunos casos y sencillo en la mayoría de los casos. Como todo lo relacionado con la comunicación médico-paciente, requiere de una formación adecuada, de unas condiciones personales que faciliten el proceso y de una actitud proactiva por parte no solo del profesional médico sino también por parte del paciente.

Algo que olvidamos con cierta frecuencia es que la comunicación es un proceso que requiere una adaptación continua a los factores internos y externos que constituyen el mismo y que nos definen el cómo, el cuándo y el donde. Como todo proceso humano es susceptible de mejora y obliga a las dos partes que intervienen como protagonistas en el mismo. Los profesionales médicos hemos integrado el deber de informar como un elemento necesario y como el cumplimiento de un deber jurídico, y no tanto como una herramienta asistencial que nos ayuda a la consolidación de esa relación basada en la confianza y que forma parte del arsenal terapéutico del profesional médico, como un elemento modulador de los conflictos y facilitador del cumplimiento de las prescripciones y de la adherencia al tratamiento.

En el momento actual, internet ofrece a los pacientes unas amplias posibilidades de información no siempre correcta, que requieren una respuesta adaptada a esta nueva realidad por parte del profesional médico. No resulta sencillo eludir la sensación de estar siendo examinados por el paciente o por sus familiares, cuando los profesionales, tenemos que enfrentarnos a preguntas muy concretas sobre nuevos avances diagnósticos o terapéuticos que por su novedad en unos casos o por su falta de consistencia científica en otros  nos asaltan en la consulta.

Cuando el profesional no sabe responder adecuadamente, no a la pregunta concreta, sino a la situación, se genera una sombra de suspicacia o de desconfianza que oscurece el proceso de comunicación, hasta ese momento correcto.

Resulta básico que los profesionales médicos desarrollemos estrategias de afrontamiento que nos ayuden a evitar  este tipo de problemas y que nos permitan mantener y reforzar la confianza mutua, como herramienta asistencial.

Para ello el profesional médico debe ofrecer una actitud abierta ante el paciente y sus familiares, transmitiendo su disposición a compartir, fundamentalmente con el paciente el deseo de profundizar en los problemas, interpretando el acceso del paciente a la información complementaria, no como una amenaza o una falta de confianza, sino como una actitud proactiva por parte del paciente en participar en el proceso de la información. Nuestro papel debe ser animarle a que busque información, orientándolo hacia aquellas páginas web que por su claridad y rigor científico sean de confianza, y convirtiendo internet en una ayuda complementaria en el proceso de información.

Existen situaciones muy concretas en que el médico debe tener la humildad de transmitir al paciente su ignorancia sobre aspectos puntuales, pero desde una actitud no de hostilidad o la del alumno sorprendido por el profesor, sino la del profesional que acepta de buen grado cualquier ayuda, y que quiere compartir con el paciente la búsqueda de datos y de conocimientos para lograr  la mejor asistencia posible.

El paciente puede y debe sentirse el protagonista del proceso asistencial, pero esto implica el asumir una serie de deberes y de obligaciones que hay que saber transmitir. Todo derecho implica un deber complementario, y en  este juego de deberes y derechos se requiere un esfuerzo mutuo que debe exigirse de forma proporcional. No voy a entrar en el tema cada vez más de moda de las escuelas de pacientes, pero si en subrayar la necesidad de una educación correcta de los pacientes, que debe incluir entre otras cosas el conocimiento de sus deberes. Ejercer el derecho de autonomía obliga a asumir las decisiones y a establecer un modelo de conducta más proactiva donde el paciente debe ser consciente que este modelo exige un esfuerzo adicional, que le enriquece en la medida que asume el protagonismo del proceso.

No conviene confundir el ser protagonista con el control absoluto del proceso de información, la información debe ser dosificada y proporcionada por el profesional médico en la medida de las necesidades del paciente, desde una actitud de respeto y del reconocimiento del paciente como el objetivo del proceso. La construcción entre el paciente y el profesional de ese puente, que supone la confianza mutua, nos exige un esfuerzo proporcional al conocimiento y a la capacidad de cada uno.

Resulta evidente que nuevas situaciones requieren planteamientos distintos de los tradicionales, pero existen una serie de elementos de referencia que se mantienen como garantía de que una relación entre personas, como es el encuentro medico paciente, exige tener presente esos principios éticos que se desprenden del reconocimiento del otro, como una persona libre y responsable en la mayoría de los casos y del reconocimiento de nuestras propias limitaciones personales y técnicas que nos obligan a un aprendizaje continuo.

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