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Dr. Juan Martínez: «Lalo, el primer médico que recuerdo»

Existe una generación de profesionales que está a punto de desaparecer, a los que el doctor Juan Martínez, quiere rendir un homenaje. Una generación de médicos implicados, honestos, de intereses humanistas y variados, procedentes de la generación del mayo del 68, a la que también perteneció el Dr. Emiliano Galache, al que el autor recuerda de manera entrañable, tras su reciente fallecimiento

Madrid, 23 de abril 2013 (medicosypacientes.com)

«Lalo, el primer médico que recuerdo»
Dr. Juan Martínez

Existe una generación de profesionales que está a punto de desaparecer. Para mi la simboliza un médico que acaba de fallecer, el Dr. Emiliano Galache, del que quería hablarles, para recordarlo y también porque simboliza a toda ese grupo de compañeros que, silencioso, se está yendo.

Emiliano Galache, Lalo, para todos sus amigos que eran muchos, podría haber sido, si se me permite la ironía, el funcionario perfecto a los ojos de la administración obsesionada con el gasto: toda una vida trabajando y te mueres al poco de jubilarte. Vinculado principalmente al Hospital Central de la Cruz Roja, en Madrid, yo conocí al Dr. Galache en Leganés, ciudad con la que siempre estuvo relacionado.

Lalo representa a una generación de médicos implicados, honestos, de intereses humanistas y variados, procedentes de la generación del mayo del 68, para entendernos. Recuerdo ver de niño, en la vieja consulta de Lalo, en Leganés, un inmenso cartel a color en el que se leía «Sahara Libre» y se veían las manos nudosas de una madre sosteniendo a un bebé desnudo que aun me mira.

Lalo entonces era un hombre joven, de elegancia natural, que te recibía en la consulta sin bata, en mangas de camisa, con una mirada directa, voz grave y una risa franca. Lalo no tenía problema en consultar un libro delante de ti, lo hacía a menudo de hecho; te llamaba de tu y al final casi nunca te cobraba. La clientela eran sus amigos y si no lo eran se acababan haciendo. Naturalmente, acabó cerrando su consulta.

Emiliano se movía por Leganés en bicicleta, de hecho la bicicleta de Lalo, ya fue objeto de algún escrito. La dejaba en cualquier sitio, sin candado, todo el mundo sabía que era suya y si se la tomaban prestada, luego la volvían a dejar en alguno de los sitios comunes de paso. Años después fue socio de un pub, La rata está debajo de la lata se llamaba, que al poco cerró, imagino que por lo mismo que la consulta.

Hace no mucho, en Mozambique una enfermera que lo conoció de cerca me decía, con mucha más admiración y cariño que censura, «Lalo se colgó de todos los árboles». Yo recuerdo que solía decir «nacemos desnudos y solteros, y por mi parte moriré así».

Galache pertenece a una generación de médicos que estudiaron en aulas abarrotadas, sin número clausus, donde por fin había con normalidad compañeras mujeres, que erradicaron el machismo y el elitismo de su conducta corriente, que en su mayoría ya no eran niños de papá ni hijos de generaciones de médicos. Compartieron clases con iraquíes, iraníes y peruanos. Participaron en las protestas estudiantiles. Alguno de ellos también, seguramente, le puso el saco en la cabeza a Tamarit padre, antes de darle una tunda en un ascensor de la Facultad de Medicina de Madrid. Salieron a cooperar por primera vez, llevaron el pelo un poco largo y se quitaron la corbata. Muchos no pudieron entrar en el sistema MIR, inexistente o embrionario aun. Hicieron mucho por la salud de los españoles y lo dieron todo hasta poquito antes de irse para siempre.

Como es frecuente olvidar lo importante, por aquello de dedicarnos a lo urgente, seguramente ya no nos damos cuenta de lo clave que ha sido esa transición en España, la del paso de la cultura de estamentos a la sociedad democrática e igualitaria. Ese cambio sociológico empieza antes que la transición democrática como tal, y se opera esencialmente desde la generación de universitarios y obreros de los años 60- 70.

Muchos médicos de hoy tuvieron en la infancia experiencias duras, dolorosas rehabilitaciones, por ejemplo, que los acercaron al mundo sanitario, y los enfrentaron con ese profesional abnegado, humanitario, sereno, que les dejó marcados para siempre y definió su futura vocación. Aunque no es mi caso, sí pudo decir que al primer médico que recuerdo es a Lalo y su bicicleta.

 

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