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Dr. Juan Martínez: «Cosas de la tele»

En este artículo, el doctor Juan Martínez narra como en la celeridad del medio televisivo y en directo, a veces suceden incidentes, instantes en los que se afirman o niegan cosas que disparan en la mente reacciones repentinas y consideraciones de diversa índole,…

 

Madrid, 17 abril 2013 (medicosypacientes.com)

Cada medio tiene lo suyo. Escribes, se supone que de un modo reflexivo, aunque viendo las cosas que a veces se cuelgan en Twitter, quizá lo de pensar venga con retraso respecto del hacer.

La radio permite exposiciones más largas y entre otras cosas, no estás tan pendiente de tu autoimagen o del medio, en el que un enjambre de auxiliares mueve cables, indican cámaras o preparan el siguiente set, amén de extemporáneos bailarines y músicos, que sin embargo luego en pantalla no quedan tan mal.

La cosa es que a algunos, muchos de nosotros, en un momento dado nos llevan de acá para allá como expertos en tal o cual cosa, cuando las más de las veces no lo somos en absoluto, aunque algo de información y sentido común siempre podemos aportar.

La cuestión es que, en la celeridad del medio en directo, a veces suceden incidentes, instantes promovidos por intervenciones telefónicas o enlatadas, en las que se afirman o niegan cosas que disparan en tu mente una reacción repentina y toda una cascada de consideraciones como «me callo o lo digo», «¿cómo es posible que…?», «¿pero a quien se le ocurre…?, o incluso del tipo «no puede ser, este tío cobra por decir eso, o es bobo…»

Recientemente, estando en una televisión en directo se enlazó con un eminente fisiólogo de prestigio internacional al que se le pregunta por un preparado nuevo, que concentra extractos de hollejo de uva y de hojas de olivo, ensayado en enfermos cardíacos en los que se mejoraban parámetros biológicos considerados por todos como indicadores del riesgo cardiovascular. O sea, el ensayo clínico no había mostrado prevención de eventos isquémicos cardíacos sino una prometedora aunque modesta mejoría en parámetros de riesgo. Se había realizado en un pequeño número de pacientes y no se habían observado efectos adversos.

La farmacéutica, obviamente atraída por la inmensa clientela potencial, ha licenciado el producto como suplemento alimentario en lugar de como medicamento. Y es aquí donde nuestro profesor entra en acción y afirma que «lo puede tomar todo el mundo ya que no es un medicamento y además carece por completo de efectos secundarios».

Claramente, la pirueta epistemológica es de libro de texto: se afirma que para la población general, sanos para la enfermedad en estudio, los beneficios serán los mismos que para los 75 enfermos estudiados en el estudio. Sin entrar en el detalle de que el beneficio en parámetros bioquímicos no siempre tiene un correlato clínico, está claro que para afirmar lo primero se debería emprender un gran ensayo clínico con individuos sanos para, tras varias décadas obtener unos halagüeños resultados. Que seguramente se producirán, pero no necesariamente mayores que los de la mera observancia de la propia dieta mediterránea, que la famosa cápsula dice contener.

Por otro lado, es un poco imprudente afirmar que algo carece totalmente de efectos adversos sin haber esperado al periodo de farmacovigilancia obligatorio tras la nueva comercialización de un medicamento. A mis alumnos les suelo decir que una vez me atraganté con agua y lo pasé fatal, y que por cierto, cuando bebo mucha, orino más. ¡Ah, disculpen!, un pequeño despiste por mi parte: los fabricantes han eludido toda la normativa vigente para medicamentos al comercializar su producto como complemento alimenticio.

En ese trance instantáneo, cosas del directo, caben dos opciones. Decir, bueno, esta no es mi guerra, yo he venido a hablar de mi libro, como decía el genial Paco Umbral, o bien tomar la palabra y decir, mire, yo no me voy a tomar esa cápsula, señor. Creo que a mí, después de aquello, ya no me llaman más.

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