El Dr. David Freire, jefe de la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) del Complejo Hospitalario Universitario A Coruña (CHUAC) expone, en esta entrevista para “MedicosyPacientes”, la situación actual que viven las UCIS. “Estamos en peor situación que en marzo. Las UCIs actualmente están con sobrecarga de pacientes. Esta tercera ola ha puesto a prueba la capacidad de resiliencia de los profesionales”, señala el Dr. Freire quien apunta que “cuando creíamos que éramos capaces de diagnosticar y controlar casi todas las enfermedades, con un alto desarrollo tecnológico en pruebas diagnósticas y terapéuticas, aparece un virus con gran capacidad de difusión y potencialmente letal y que deja graves secuelas, contra el cual no disponemos de ningún tratamiento efectivo”
El Dr. David Freire, especialista en Medicina Intensiva, formó parte del comité de crisis que se estableció en marzo coordinado por la dirección del Complejo Hospitalario Universitario A Coruña (CHUAC) donde intentaron coordinar y organizar el trabajo en la UCI, formando dos grupos, uno para atender a pacientes COVID y otro para pacientes no COVID, así como habilitaron nuevos espacios para atender a la gran demanda de pacientes COVID.
El hospital llegó a tener en el momento más álgido de la pandemia, un 95% de ocupación del área destinada a pacientes COVID, teniendo en cuenta que tuvo que sobredimensionarse la UCI con la habilitación de nuevos espacios.
Para el jefe de la UCI del hospital coruñés “la impresión de que estamos en peor situación que en marzo, tenemos más casos, seguramente por la gran contagiosidad y facilidad de extensión del virus, con lo que se genera mayor número de pacientes que acuden al hospital. También son más jóvenes y sin patologías previas, un porcentaje significativo ingresan en la UCI directamente desde Urgencias”.
Es por eso que las Unidades de Cuidados Intensivos de España, actualmente, están con sobrecarga de pacientes y “la mayoría han tenido que habilitar zonas para poder atender a la gran demanda asistencial que supone esta tercera ola, con lo que se ha puesto a prueba la capacidad de resiliencia de los profesionales”.
Sobre el perfil de los ingresados manifiesta que “es similar a la ola de marzo, los principales factores de riesgo son la hipertensión arterial, diabetes mellitus y la obesidad. La diferencia es que hay más pacientes jóvenes, entre 60 y 70 años la mayoría, pero también hay pacientes de 40 y 50 años”.
“En el hospital, desde la dirección se está reorganizando las salas de hospitalización, hasta el servicio de mantenimiento”
Desde que inició la pandemia, el Dr. Freire asegura que el hospital coruñés respondió bien, “afortunadamente, aunque pasamos momentos de apuro en la UCI, al final y con esfuerzo de todos los profesionales implicados, se está consiguiendo hacer frente a la gran demanda que todavía continúa. Desde la dirección reorganizando las salas de hospitalización, hasta el servicio de mantenimiento, adaptando cubículos para convertirlos en boxes de críticos con todo lo necesario para manejar estos enfermos”, explica.
Para el experto, “la pandemia por coronavirus no es un catarro, es una enfermedad que puede ser muy grave, por la alta contagiosidad, produciendo un gran número de casos, personas afectadas por la enfermedad en grado variable, pero que sin duda produce una gran sobrecarga sobre el sistema sanitario, que puede llegar a colapsarlo, repercute también en los pacientes no COVID, ralentizando su atención”.
El grado de afectación es variable, con personas asintomáticas o con pocos síntomas, pero, tal y como asegura, “en un porcentaje significativo la enfermedad es grave con neumonía bilateral, insuficiencia respiratoria que precisa de la atención en las unidades de cuidados intensivos”. Además, un porcentaje significativo de pacientes tras la recuperación sufre secuelas importantes que dificultan o impiden reasumir su vida normal, al menos durante un tiempo y por desgracia algunos pacientes fallecen; aunque la mortalidad global sea baja, dado el gran número de personas afectadas la cantidad de pacientes fallecidos en muy grande.
En estos momentos el tratamiento es de soporte, con administración de Oxígeno para la insuficiencia respiratoria y corticoides, por eso, para el jefe de la UCI “es muy importante evitar la propagación y el contagio de la enfermedad, es un problema de responsabilidad institucional, marcando las normas a seguir y personal cumpliendo de manera individual dichas normas”.
En su opinión, desde la Administración, asesorados por expertos, deberían establecerse las guías a seguir por la población. “Creo que es importante intentar saber cómo nos contagiamos, la vida tiene que seguir, y controlar las infracciones concretas, y no generalizar el confinamiento, perjudicando a sectores de población que cumplen con las normas impuestas”, apunta.
“El papel de los MIR en la UCI fue fundamental para soportar la sobrecarga asistencial a la que nos vimos sometidos”
En cuanto a la situación de los MIR, explica que en el servicio del hospital los médicos MIR participaron en el cuidado e ingreso de pacientes COVID, durante las guardias como si se trataran de paciente no COVID, por lo que adquirieron una gran experiencia en el manejo de estos pacientes. “Considero que su papel fue fundamental en soportar la sobrecarga asistencial a la que nos vimos sometidos. Es cierto que sobre todo en la primera ola, la mayoría de los pacientes críticos que ingresaban en nuestro servicio eran pacientes COVID, en detrimento de otras patologías, pero no creo que eso haya influido de manera negativa en su formación”, afirma.
De hecho, tal y como explica, en la UCI un porcentaje significativo de los pacientes COVID presentaban complicaciones similares a pacientes no COVID. En cualquier caso, su programa de formación ha sufrido algunas alteraciones que pienso se podrán subsanar una vez superada a la pandemia.
Bajo su punto de vista, no cree que sea necesaria la ampliación del periodo de residencia para compensar por el exceso de patología COVID, al menos en la especialidad de cuidados intensivos o al menos en hospitales terciarios como el CHUAC, donde se pueden desarrollar todas las competencias exigidas en el programa formativo de la especialidad.
El hecho de vivir esta crisis es una gran experiencia, tal y como indica, “probablemente no deseable por el impacto en salud física y mental, el coste en vidas humanas y las pérdidas económicas”. “La pandemia -subraya- ha servido para mostrar las fortalezas y debilidades del Sistema Nacional de Salud, quedando patente la gran importancia de los Servicios de Medicina Intensiva que han sabido responder de forma extraordinaria a una situación nunca antes vivida. Y destacar la estrecha colaboración con especialidades afines”.
Cansancio, agotamiento, fracaso y vulnerabilidad es el impacto de la pandemia que, tal y como asegura el Dr. Freire, sufren los profesionales. “Cuando creíamos que éramos capaces de diagnosticar y controlar casi todas las enfermedades, con un alto desarrollo tecnológico en pruebas diagnósticas y terapéuticas, aparece un virus con gran capacidad de difusión y potencialmente letal y que deja graves secuelas y contra el cual no disponemos de ningún tratamiento efectivo. Todo esto se verá agravado cuanto más se prolongue en el tiempo”, expresa.
“El ser testigo del fallecimiento del paciente sabiendo que su familia no puede despedirse de él. Asistir a una demanda continua de pacientes críticos y la carrera contrarreloj para habilitar boxes donde poder cuidar a estos pacientes con la sensación de que nos va a sobrepasar y no poder atender a la demanda creciente de pacientes”, son las peores situaciones que el Dr. Freire ha vivido en la pandemia.
Finalmente, manifiesta que “cree que es importante que los profesionales contemos con una organización, en este caso la OMC que vela por nuestros intereses, que nos sintamos respaldados e informados ante las vicisitudes normales y extraordinarias, como es la pandemia actual. Saber dónde nos podemos informar o consultar dudas es reconfortante”.
