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Dr. Alfonso Vidal: «Viernes de dolores. Semana de pasión»

A partir de la simbología moral y religiosa que encierra la Semana Santa, el autor de este post, el doctor Vidal, aborda el dolor en el ser humano para quien «no entiende de creencias ni de religiones». En realidad, como opina, son «los hombres los que dotamos de significado a la nocicepción y, de sentido, al sufrimiento y a su manera de afrontarlo»

 

Madrid, 16 de abril 2014 (medicosypacientes.com)

«Viernes de dolores. Semana de pasión»

Dr. Alfonso Vidal, Anestesiología y Terapia del Dolor. Hospital Sur. Alcorcón

http://blog.diagnostrum.com/2014/04/14/viernes-de-dolores-semana-de-pasion

La Semana Santa es una tradición de la cultura cristiana en la que se rememora unos acontecimientos históricos cargados de simbología moral y doctrina religiosa. La muerte de la figura histórica de Jesús de Nazaret, desencadena una ola de renovación en la sensibilidad de la civilización romana y la convierte de politeísta en monoteísta, abrazando el cristianismo como religión oficial en las últimas fases del imperio romano.

Las razones históricas del desarrollo de esta creencia y su diseminación hay que buscarlas en una aproximación de la figura de Dios a los seres humanos y, el dolor tiene un papel muy relevante, convirtiendo el instrumento de muerte, la cruz, en símbolo de la nueva religión.

Se han escrito multitud de documentos estudiando cómo pudo ser el tormento de Jesús y en todos se destacan las innumerables causas de dolor, de padecimiento.

Los azotes iniciales con el flagrum o flagelo corto, hecho de cuero trenzado y terminado en bolas de metal, producía lesiones profundas y sangrantes que minaban la resistencia física del condenado, antesala del proceso completo. Jesús debió de caminar además entre las diferentes sedes judiciales unos cuantos kilómetros lo que, añadido al posible estrés emocional de saber qué se le venía encima y ser entregado por uno de los amigos de confianza y negado por el resto, debió resultar física y moralmente descorazonador. Probablemente por eso, le faltaron las fuerzas para el transporte de la cruz hasta el lugar de ajusticiamiento.

La crucifixión no fue un invento romano. Probablemente persas o cartagineses lo usaron antes, aunque fueron los romanos los que le dotaron de su máxima expresión de sufrimiento. Se empleaba en esclavos, pueblos sometidos y, excepcionalmente, en ciudadanos romanos.

Normalmente, al reo se le sujetaba al patibulum o listón horizontal, que transportaba hasta el lugar en el que se encontraba el listón vertical llamado estípite, generalmente en las afueras de la ciudad.

Bien con cuerdas, o con clavos, se fijaba al reo al listón por los brazos o muñecas, ascendiéndose hasta la altura correspondiente, quedando el condenado suspendido, o se le fijaban los pies al estípite. Posteriormente, comenzaron a añadírselas a las cruces un soporte para los pies, para prolongar la agonía, al permitir un apoyo con las piernas, resistencia inútil. Los clavos atravesando ambos carpos y metatarsos, afectando previsiblemente a nervios medianos y peroneos, causarían un dolor intenso y profundo.

La muerte ocurría, probablemente por insuficiencia respiratoria, shock hipovolémico con edema de pulmón, tras agotar la resistencia física del reo.

Los guardias esperaban hasta el agotamiento de la resistencia del condenado, aunque se aseguraban de su muerte atravesándolo con una lanza. Su cadáver quedaba expuesto salvo que la familia lo recogiera y a veces era devorado por alimañas.

Este castigo ejemplar, el mayor de los infligidos por la ley romana es el elegido por la tradición cristiana como redención de la humanidad, es el elegido por el hijo de Dios para demostrar que es posible sobreponerse al sufrimiento y tener una vida mejor. En muchas iglesias se ilustra con leyendas esta tradición del dolor ejemplarizante.

«O vos ómnes qui transítis per víam, atténdite et vidéte: Si est dólor sícut dólor méus…»

La elección, cambia la tradición en las creencias y genera una nueva forma de relación entre Dios y los hombres basada en la mutua comprensión (Dios se compadece de los hombres, porque conoce lo que es el dolor). De otro lado, los hombres adquieren un camino de perfección, a través de la imitación de Jesús en su dolor y convierten el martirio en un elemento de la religión. Lo que entronca en la explicación del dolor como una línea de santidad.

La interpretación del dolor en la tradición cristiana, como una prueba de fe, como una manera de purificación, explica la actitud de una gran parte de nuestra sociedad en la que el cristianismo es mayoritario.

Pero, el dolor no entiende de creencias ni de religiones, somos los hombres los que dotamos de significado a la nocicepción y, de sentido, al sufrimiento y a su manera de afrontarlo. Igual que en la religión cristiana, en otras religiones plantean explicaciones a los retos de esta vida.

La «otra vida», tiene aún más interrogantes solo contestadas desde la fe religiosa. De momento, en esta vida, el dolor es algo aún no resuelto que nos iguala a todos y, por ello, nos pide un amplio esfuerzo personal y social para enfrentarlo.

 

 

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