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COM Bizkaia: “Atención Primaria: estaba, está…y se la espera”

La Junta Directiva del Colegio de Médicos de Bizkaia ha elaborado un psocionamiento en el que subraya que “una vez atemperada la epidemia, con la disminución de los contagios, de los ingresos hospitalarios, de los fallecimientos, es cuando más protagonismo va a cobrar la Atención Primaria mediante la detección de nuevos casos y de sus contactos y del seguimiento de su curso clínico”

En el inicio, la brusquedad de la propagación de la epidemia, el desconocimiento del comportamiento del virus, el elevado número de pacientes que cursaban con cuadros graves que obligaban al ingreso en los hospitales,  en las UCI, los fallecimientos… hicieron que, lógicamente, el foco se centrara en el ámbito hospitalario donde los médicos y las médicas, y todo el personal sanitario, se esforzaban y daban todo de sí con jornadas interminables; con ansiedad porque algunos y algunas pacientes evolucionaban mal porque no estaba claro cuál era realmente la fisiopatología de las complicaciones; porque no estaba claro cuál era el tratamiento más adecuado; porque la precariedad de los equipos de protección les hacía temer por su salud, incluso por su vida, y la angustia añadida de pensar que podían poner en riesgo a su familia al volver, reventados, a casa. Temor bien fundado, ya que son más de 50 las médicas y los médicos en activo fallecidos por COVID-19 en todo el Estado.  

Mientras esto sucedía en el entorno hospitalario, las médicas y los médicos de Atención Primaria, también precariamente equipados, en un sistema sanitario inicialmente desorientado intentaban hacer de muro de contención en el flujo de pacientes hacia el hospital informando, aconsejando, aclarando dudas y tranquilizando a las personas que, atendiendo a las recomendaciones del momento, se ponían en contacto telefónico con su centro de salud. Pero, ¿ahí terminaba la implicación de las y los especialistas de Familia y de Pediatría?… No.

Además, atendían a personas enfermas con síntomas respiratorios en los centros que se han venido a llamar «sucios», algunas positivas en COVID-19 y otras no, pero siempre sospechosas. Acudían a los domicilios de pacientes con el mismo perfil sintomático, poniéndose y quitándose los elementos de protección de los que disponían, a veces en el descansillo de la vivienda. Y ellos y ellas, también, como sus colegas del hospital, con sus angustias y sus miedos, pero con una entrega y una profesionalidad encomiables. Pero menos visible.

Y junto a esta crisis epidémica, seguían atendiendo los casos agudos que se les presentaban porque la epidemia no ha eliminado el resto de los problemas de salud de la población, que siguen estando ahí. 

Una vez atemperada la epidemia, con la disminución de los contagios, de los ingresos hospitalarios, de los fallecimientos, es cuando más protagonismo va a cobrar la Atención Primaria mediante la detección de nuevos casos y de sus contactos y del seguimiento de su curso clínico. 

El virus sigue estando ahí fuera y va a seguir habiendo contagios con casos asintomáticos, leves, graves, muy graves y algún fallecimiento. Es trabajo de toda la sociedad, profesionales de la salud o no, conseguir que todos esos casos sean los menos posibles en tanto en cuanto no dispongamos de una vacuna que consiga un grado de inmunidad suficiente, personal y colectivamente. Es una responsabilidad individual de cada una y cada uno de nosotros.   

A partir de este momento, la carga emocional y asistencial de la AP va a ser brutal al sumarse: la detección y control de casos y contactos por el SARS-COV2; la patología aguda del momento; el control de pacientes en situación de cronicidad del momento; los problemas de salud que, por demorables, han sido demorados; el control de pacientes con patologías crónicas que se han soslayado durante estos meses de epidemia; la adaptación a los nuevos escenarios como son las consultas telefónicas (delicadas armas de doble filo); la adaptación a los continuos cambios en protocolos y procedimientos; la contención y adecuación de la incesante demanda de pruebas por parte de los y las pacientes ante las incertidumbres generadas por la pandemia, …y más.

Y todo esto al margen de un posible rebrote y un nuevo pico epidémico que obligaría de nuevo a priorizar su contención.

La Atención Primaria, «puerta de entrada» al sistema sanitario, es la herramienta capaz de una detección precoz de síntomas que, junto a su habitual labor de prevención y promoción de hábitos saludables, de control y seguimiento longitudinal de los procesos, va a ser determinante para ayudar a romper la cadena de contagios convirtiéndose en el pilar sanitario esencial para evitar situaciones que nadie quiere revivir. 

Con una AP precarizada y muy justa de recursos como lo está en la actualidad y ante el escenario expuesto, se antoja harto difícil ofertar a las y los pacientes, y a la sociedad en general, la atención médica de calidad deseada, por lo que se hace imprescindible que se la dote sin dilación del presupuesto necesario para invertir, que no simplemente gastar, en los recursos humanos y materiales suficientes que garanticen la Atención Primaria anhelada por todos y todas, para ahora y para el futuro. 

Pero para ello hace falta el compromiso firme y efectivo del Parlamento Vasco y del Gobierno Vasco, que deben pasar a la acción y proporcionar a las y los profesionales de la AP todo lo que sea necesario para que puedan continuar dando lo mejor de sí en beneficio de las y los pacientes. Para darles el lugar que se merecen, por su incontestable profesionalidad, entrega y compromiso con la sociedad.  

 

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